Toñi, Gó y yo.
Esta pasada semana, del 22 al 29 de Agosto, de una forma frenética, con jornadas maratonianas, sin apenas tiempo para el descanso y la relajación, hemos cumplido con un sueño largamente acariciado. Eran muchos lugares a visitar, paisajes a disfrutar, monumentos que contemplar y para todo ello, muchos kilómetros a recorrer y poco tiempo para hacerlo.
Cantabria y Asturias se nos ofrecían generosas con todo su esplendor y majestuosidad, con toda su grandeza., con su historia, sus costumbres, su gastronomía, su folclore, sus monasterios e iglesias, sus valles y montañas, paisajes asomados al mar o encumbrados a los gigantescos macizos de los picos de Europa.
Lamentablemente, la escasez del tiempo sólo nos ha permitido asomarnos mínimamente a tanta belleza.
En Cantabria, una visita a Santander, su capital, nos permitió deleitarnos con el empaque señorial del paseo de Pereda, al encanto de la playa del Sardinero o disfrutar de la extensa península de la Magdalena, asomada al cantábrico y en ella, del magnífico Palacio de la Magdalena, antaño residencia real y en la actualidad sede de los prestigiosos cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo.
Poblaciones como Santillana del Mar, Torrelavega, Castro Urdiales, Laredo, Comillas, Potes, Fuente Dé, dejaron en nuestra retina semblanzas góticas, románicas, neogóticas, incluso la huella modernista de algunos arquitectos catalanes.
Impresionante fue en la comarca de Liébana, nuestro paso en autocar por el desfiladero de la Hermida, que discurre junto al río Deva entre paredes de alturas en algunos casos superiores a los 600 metros y de una agobiante estrechez en la mayoría de sus 21 kilómetros de recorrido. Más impresionante aún, si cabe, la subida en el telesférico en Fuente Dé. que nos elevó desde la cota de los 1100 metros hasta los 1800, en pleno Macizo Central de los Picos de Europa.
Pasamos también una jornada muy agradable en nuestra visita al Parque de la Naturaleza de Cabárceno, antigua mina a cielo abierto, que en su roturado paisaje de origen karstico de 750 Hectáreas alberga más de un centenar de especies animales en semilibertad.
Abandonamos Cantabria para desplazarnos a Asturias. Desde nuestro alojamiento en Gijón, ciudades como Oviedo, Avilés, la propia Gijón, nos permitieron recrearnos con lo mejor de sus calles, plazas y monumentos. Por destacar algo de cada una de estas poblaciones, mencionar el entorno histórico del barrio de Cimadevilla en Gijón, la hermosa Catedral de Oviedo, o la iglesia de Santo Tomás de Cantérburry en Avilés.
Especial mención merece nuestra visita a la Santina, Nuestra Señora de Covadonga, imagen venerada por todos los asturianos.
He dejado para el final, por ser lo más importante, la enorme carga afectiva y emocional que este viaje ha tenido para Toñi y para mí.
En nuestra visita a Cantabria, nos esperaba el encuentro con una amiga a la que habíamos aprendido a querer a través de sus escritos, de sus comentarios, de sus manifestaciones de amistad y afecto hacia nosotros. Sus entradas son fiel reflejo de lo que ella es. Persona sensible, tierna, afectiva, con una enorme vida interior, imaginativa, creativa, amiga de sus amigos y humana, tremendamente humana. Y el soñado encuentro con Gó, nuestra amiga del alma, no nos defraudó, sino todo lo contrario. Nuestra amistad, salió reforzada con las escasísimas cuatro horas que pudimos disfrutar de su compañía.
Aunque solamente fuera por esos momentos, nuestro viaje a Cantabria habría estado más que justificado. Gracias Gó, por todas tus atenciones. Nos encontraremos de nuevo lo antes posible, paseando por los rincones de tu hermosa ciudad.
En Gijón también nos esperaba un deseado encuentro. Allí reside Carlos, nuestro sobrino. Llevábamos sin verlo más de cinco años, desde antes del nacimiento de su hija Isa, y pasamos un par de horas que nos supo a gloria, a pesar de su brevedad.
También nos desplazamos a Avilés, en visita no programada por la agencia, lugar donde nuestra amiga Luci que nos acompañaba en el viaje, vivió durante quince años desde su más tierna infancia hasta su adolescencia, y al cual no había vuelto desde entonces. Disfrutamos con su emoción nada contenida, con sus recuerdos, con su reencuentro con los lugares que la vieron crecer.
Lamento la extensión de esta entrada, pero no he encontrado forma de resumir una semana tan intensa como la vivida. Semana que me apetecía sobremanera compartirla con vosotros, mis amigos.