Nos preguntamos esta semana por nuestro grado de conocimiento de lo que ocurre más allá de nuestras fronteras y por nuestro grado de implicación en aquellas situaciones que requieren que demos muestras reales de que la vida de esos pueblos, de esas gentes, nos importan más allá de buenos propósitos y deseos, más allá de gestos voluntaristas.
Lamentablemente, en esta sociedad de la comunicación, en la que se supone no deberían existir fronteras ni lados oscuros, donde se supone que todo debería suceder bajo los potentes focos de la información puntual, detallada, universal, donde cualquier suceso relevante se debería ver analizado y desmenuzado hasta en sus más mínimos detalles, nos encontramos conque esto sólo es así cuando responde a los intereses de los poderosos. La información que nos llega, en numerosas ocasiones, está sesgada, es parcial, está manipulada. Sobredimensionada en algunos aspectos e intencionadamente parca en otros.
Las revueltas tunecinas que han tenido como consecuencia el derrocamiento de Ben Alí, y la constitución de un nuevo gobierno fuertemente cuestionado nada más constituirse, me sirven para ilustrar este nivel de desconocimiento.
Si damos crédito a las informaciones sobre Túnez en un pasado reciente, nos hacemos la idea de un país árabe más tolerante que los paises de la zona en cuestiones de libertad religiosa, nos hacemos la idea de un país caminando hacia el progreso, más moderno que los que le rodean, con una sociedad dotada de algunas mínimas prestaciones sociales, un país con importantes ingresos turísticos, etc. que nos dan una imagen de un país de corte “europeo”.
Todos estos datos nos hacen pensar en un país en el cual los ciudadanos tienen un grado de satisfacción más que aceptable. Esta es la imagen que desde paises como Italia, Estados Unidos, Francia o la misma España, movidos por intereses estratégicos y económicos, nos ha sido transmitida de Túnez.
Debajo de esto, existe una sociedad harta de ver recortadas sus libertades de expresión, de reunión, de sindicación, harta de ver cómo sus más destacados ciudadanos contrarios al régimen imperante han sido represaliados, asesinados en unos casos, exiliados en otros, apartados de la actividad pública, siempre. Harta de soportar corruptelas y clientelismo político, de soportar la presencia en el poder de un dictador durante 23 años. ¿Hacemos lo suficiente para estar informados?, evidentemente, no. Nos conformamos con esas noticias elaboradas y cocinadas por chefs que obedecen las directrices que marcan los dueños de los restaurantes.
Nuestro grado de implicación, en este como en otros paises donde no solamente la corrupción política y la falta de libertades es patente sino que además soportan la lacra de una pobreza extrema, donde las enfermedades y las catástrofes naturales tienen carta de naturaleza, es escasa o nula.
Tal vez no podamos hacer mucho más que levantar nuestra voz, contribuir en la medida de nuestras posibilidades a paliar esa pobreza, denunciar esas situaciones, colaborar con quienes trabajan sin descanso en estos temas, pero es que, la mayoría de las veces, ni siquiera nos prestamos a esas pequeñas aportaciones.
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