22 de mayo de 2011

Microcosmos (re-edición)


Microcosmos

Una ciudad,
una calle,
un jardín,
una fuente,
un árbol,
un banco,
un libro,
un poema,
una emoción,
un hombre.

Un simple microcosmos
de un inmenso universo,
donde debiera reflejarse
la humanidad entera,

con millones de momentos

parecidos a este.
Pepe.

18 de mayo de 2011

Una convocatoria literaria. Este jueves un relato: "Escribamos para demostrar que existimos".

Vivo sin vivir en mí
Y tan alta vida espero
Que muero porque no muero
Santa Teresa de Jesús

No tenía razón Santa Teresa. La única circunstancia que nos priva de la vida y no es necesario ser muy inteligente para llegar a la inevitable conclusión, es la muerte. De la misma manera en que podemos decir con rotundidad que lo que más adelgaza es no comer, podemos afirmar que lo que más mata es morir. 

Por encima de cualquier otro objetivo, el principal oficio que nos toca desempeñar es el oficio de vivir. A él dedicamos la mayor parte de nuestros esfuerzos. Conscientes de nuestra finitud, el instinto animal nos lleva, en un lógico afán de trascendencia, a procurarnos descendencia con la que asegurar la perpetuación de nuestros genes, de nuestra especie. 

Una cuestión bien distinta es la forma de vivir. Todos los seres humanos perseguimos la felicidad y será nuestra distinta percepción de la misma la que determine en gran medida nuestras pautas de comportamiento, nuestra forma de vida. 

Es así cómo surgen un cúmulo de necesidades cuya satisfacción nos acercará al estado de felicidad deseada. Es en este contexto donde cobra sentido la frase “No podría vivir sin…”. Como decíamos al principio, lo único que nos priva de la vida es la muerte. El “vivir sin”, nos hace la  vida más ingrata, menos deseable, menos feliz, pero no por eso deja de ser vida.

Lamentablemente tenemos pocas opciones de ser los principales artífices de nuestra felicidad. La Naturaleza por un lado y la sociedad por otro,  se encargan de alejarnos de ese estado ideal. Por mucho esfuerzo que hagamos, nunca lograremos ser felices del todo, ni ser felices siempre. 

Circunstancias como la enfermedad o la muerte de un ser querido, son ajenas a nuestra voluntad y poco o nada podemos hacer por evitarlas. Son carencias que nos alejan de la felicidad y ante ellas lo único que nos queda es aprender a “vivir sin”. Nuestra debilidad , nuestra incomprensión de estos episodios lleva a algunos a achacar su autoría a deidades, omnipotentes seres superiores que manejan nuestro destino a su antojo y capricho y que nos prometen una vida después de la vida. Pobre remedio para nuestra incapacidad de adaptación a “vivir sin”.

Alimento, vivienda, educación son otras necesidades cuya cobertura nos proporciona bienestar. Son necesidades básicas que cada uno en la medida de sus posibilidades se esfuerza por satisfacer. Es en este escenario en el que se desarrolla la más cruenta de las batallas. El hombre contra el hombre. El poder de unos pocos contra las necesidades de muchos. Paro, analfabetismo, hambre,  ausencia de medios frente a las enfermedades, explotación, marginación, son crueles exponentes de una sociedad, la humana, donde el hombre bien poco importa. Son estas básicas carencias, a todas luces evitables, las que mayor frustración provocan en el ser humano. Son las más cargadas de argumentos para llevarnos a sentir que no “podríamos vivir sin”.

Nosotros mismos, a veces, equivocamos los pasos en nuestra búsqueda de la felicidad y fijamos su consecución en  objetivos ilusorios, paraísos artificiales  que, como el alcohol o las drogas, parecen acercarnos a ella cuando en realidad están destruyendo en nosotros cualquier posibilidad de ser felices. Creamos así un estado de dependencia que nos impulsa a decir, aún a nuestro pesar, que no “podríamos vivir sin”.

Concluyendo, parece claro que, puesto que respiro, el corazón me late, y la neurona me permite razonar mínimamente y escribir sobre la vida, vivir, lo que se dice vivir… ¡vivo!. Es un contrasentido afirmar que “no podría vivir sin”, puesto que lo estoy haciendo. Otra cuestión muy distinta es la forma en que nosotros mismos hacemos, la sociedad y la Naturaleza hacen, que esta vida sea más o menos armónica con la satisfacción de aquellas necesidades que nos obligan a exclamar “no podría vivir sin”.

Más reflexiones sobre el hecho de existir en el blog de GUS


13 de mayo de 2011

Una convocatoria literaria. Este jueves un relato, Portugal


Debido al problema surgido en Blogger, la entrada sobre Portugal y los comentarios que algunos amigos habían hecho a la misma, han desaparecido. Ante la duda de que vuelva a recuperarse, la publico de nuevo. 

Rememoro con especial cariño la primera vez que pisé suelo portugués. Fue un viaje relámpago. Aquel día, hace ya 16 años, me levanté con ánimo viajero. Hoy me lo pensaría mucho más pero entonces no me asustaban las distancias ni ponía reparos a cualquier pequeña locura que me proporcionara momentos placenteros. Decidí que un día tumbado en las arenas del Algarve, al sur de Portugal, era algo apetecible y allá que nos fuimos a pasar el día.
Recuerdo haberme quedado dormido en la arena y  cómo al despertar, el mar que antes acariciaba la planta de mis pies se había retirado más de cincuenta metros. Acostumbrado a las playas de Levante, casi sin mareas, este fenómeno hasta ese momento desconocido para mí, me llenó de sorpresa. Los bañistas se aplicaban diligentemente en la búsqueda de coquinas y navajas en la arena ahora libre del manto de agua. Me uní junto con mi hijo pequeño a la tarea y pasamos un rato delicioso. Después comimos en un pequeño restaurante unos escalopiños que mi hijo devoró con auténtica gula. Es curioso la forma en que algunas pequeñas sensaciones, en apariencia intrascendentes, quedan en nuestra memoria episódica para siempre.
Vinieron después otras visitas a Portugal algo más reposadas. Una estancia de tres días en un hotelito asomado al puerto de Faro, bella localidad capital del Algarve, me brindó la ocasión de visitar no sólo Faro, sino también Tavira y algunas otras poblaciones. Igualmente me permitió apreciar la amabilidad, la cercanía afable de sus gentes.
Un tercer viaje, nos encaminó hacia Portugal por tierras extremeñas. La primera población con la que nos encontramos, a escasos kilómetros de Badajoz, fue Elvas, ciudad de origen romano. Esta proximidad y la práctica desaparición de fronteras, hace que la convivencia entre españoles y portugueses a lo largo de toda la línea fronteriza, sea intensa.
Llegados a nuestro destino, Lisboa, durante siete días recorrimos poblaciones como Sintra, Cascais, Nazaré, Batalha, Evora. En todas ellas procuramos empaparnos lo más posible de su historia, sus monumentos, su gastronomía. La necesaria brevedad exigible a este relato, me obliga a no entrar en detalles pero no puedo resistirme a contaros mis impresiones sobre Lisboa.  
Pensando en Lisboa me invade ese sentimiento de difícil o imposible traducción que es la saudade. Ese mismo sentimiento que parecía impregnar la Lisboa que conocí. Ciudad de contrastes, moderna, cosmopolita y a la par anclada en un pasado de imperio colonial, Lisboa señorial, llena de edificios que denotan un pasado esplendoroso y a la par pintoresca, ciudad que se debate entre la añoranza y la melancolía de aquellos momentos de la Historia que ya no volverán y la necesidad de avanzar, de adaptarse a las necesidades de la vida actual. Esa Lisboa, me enamoró de tal manera, que volveré a ella a pesar de que, con tantos caminos por recorrer, tantos paisajes que descubrir, no suelo volver sobre mis pasos.
Por último, recomendaros un libro a través de cuyas líneas he recorrido Portugal desde la frontera con Galicia hasta el mar que baña las costas del  Algarve. Su título, Viaje a Portugal, su autor, uno de los más universales escritores portugueses, José Saramago.

Más visiones sobre Portugal en el blog de GUS


  

4 de mayo de 2011

Una convocatoria literaria. Este jueves un relato: La comida.

Atendiendo a la llamada de Gustavo, en esta ocasión asistido y acompañado por nuestra amiga María José, quiero rendir tributo a uno de los platos más representativos de la cocina cordobesa. El salmorejo cordobés.

Se trata de un plato elaborado a base de ingredientes naturales de primera calidad, poco costosos, representativos de la cocina mediterránea y digno por sí solo de ocupar un lugar destacado en el mundo culinario internacional, a pesar de su extrema sencillez.




SONETO AL SALMOREJO CORDOBES

Mojo primero el pan con diligencia,
para después prensarlo con esmero.
Agrego un diente de ajo lo primero,
de momento, ya veis, no tiene ciencia.

Aplico ahora, algo de la sapiencia
que debe distinguir a un cocinero,
con toque  de vinagre, algo ligero,                             
tomate, sal y aceite, con paciencia.

Bato después la mezcla con firmeza
y tamizo orgulloso el resultado
de esta mezcla sublime en su simpleza.

Por remate, decora su pureza,
aceite, jamón y huevo troceado.
Cordobés salmorejo, ¡qué belleza!





 Más atracones de comida en el blog de María José