Ojeaba con añoranza el álbum de fotografías
cuando se fue la luz. Los apagones cada vez eran más frecuentes así que caminó
hasta la palmatoria sin tropiezos ni titubeos. Acudieron a su mente recuerdos
infantiles de terror y pánico a la oscuridad, uno más de sus muchos temores. Toda su vida
estuvo llena de miedos hasta que un luctuoso suceso les puso estación término y
fecha de caducidad. Desde entonces, sus miedos habían desaparecido.
Allí estaba de nuevo, como siempre que encendía
la vela. Ningún obstáculo se interponía entre la débil llama y la pared del
fondo. Sin embargo, el familiar contorno de la sombra, proyectada en la pared contra
toda racionalidad o lógica, danzaba con la suave cadencia que le transmitía el
casi imperceptible movimiento de la llama. Hubiera dado su vida por poder incorporarse
a esa danza, por poder estrechar la sombra entre sus brazos, pero las sombras
son esquivas y no se dejan abrazar.
Volvió la luz y aquel contorno amado se
esfumó, marchándose al inframundo de las sombras. Le despidió esbozando una
sonrisa cómplice y su mirada regresó nuevamente a su imagen capturada en momentos
de felicidad compartida y encerrada allí, para remover sus recuerdos, en el
viejo álbum.
Mas historia a la luz de una vela en el blog de nuestra amiga Encarni