¿Quien mató a Nisman?. ¿Pudo ser un
suicidio?. No es nada fácil escribir sobre aquello que nos es
desconocido. Lo único que conocemos del caso es lo que leemos en la
prensa u oimos en los medios. Escasos recursos para hacernos una idea
más o menos fidedigna de lo que realmente haya podido suceder.
Ante un enigma de esta naturaleza, lo
único que ha de prevalecer en nosotros para acercarnos de puntillas
al análisis de lo sucedido, es el sentido común sabiendo de
antemano que incluso aquello que el sentido común nos dicte, hay que
ponerlo en cuarentena y no hacer de él un argumento infalible.
El sentido común nos dice que un
suicida no deja la lista de la compra del día siguiente por muy
metódico y rutinario que sea su comportamiento habitual.
El sentido común nos dice que un
suicida, poseedor de dos armas, no pide una prestada para quitarse la
vida.
El sentido común, nos dice que un
suicida, después de muerto, carece de movilidad para quitarse los
restos de pólvora que necesariamente han debido quedar en sus manos.
El sentido común nos dice que un
suicida no suele interrumpir sus vacaciones para regresar a su
actividad con la intención de comparecer ante el Congreso de la
nación a denunciar un hecho tan brutal como la connivencia,
corriendo un tupido velo, con un masivo asesinato de judíos.
Demasiados circunstancias rodeando este
presunto suicido alejadas de lo que el sentido común
nos dicta, como para no
comenzar a pensar que al Sr. Nisman lo suicidaron.
El sentido común también nos lleva a
hacernos una pregunta trascendente. ¿A quién beneficia su muerte?.
No parece que a él, quitarse la vida
le reportara ningún beneficio personal, lo cual nos lleva en
principio a descartarlo como suicida.
Tampoco parece que a la presidenta de
ese pais le favorezca demasiado, porque, si bien es cierto que
desaparece el dedo acusador, no es menos cierto que esa muerte cierne
sobre su persona toda una serie de conjeturas que hacen descender su
credibilidad y popularidad hasta el subsuelo.
Pudieramos pensar que favorece a la
oposición esa caida de popularidad de la presidenta, pero la simple
sospecha de su autoría en nada les beneficia y, si se llegara a
probar que esta muerte ha sido obra suya, políticamente habrían
firmado su acta de defunción.
Descartado el suicidio, parece evidente
que los autores morales del asesinato del Sr. Nisman no han medido
bien las consecuencias derivadas de un acto tan execrable.
Una vida sesgada nunca ha de ser la via
para la consecución de ninguna clase de objetivos.
Basta
una bala.
Escasísimo
coste
por
una vida.
Más consideraciones en
torno al misterio de la muerte del Sr. Nisman en el blog de nuestro
amigo