Nuestra amiga
Dorotea nos invita esta semana a escribir sobre un título de una serie imaginados por ella y asignados a los que nos sumemos a su propuesta de una forma totalmente aleatoria. De ahí el encabezamiento de con título sorpresa. A mí me ha sido adjudicado un título que me ha descolocado bastante. Pero después de pensarlo un poco, he aquí el resultado.
En su casa podeis encontrar toda una colección de extraños títulos y los relatos que los mismos han inspirado.
NO DEBERÍAS HABER
VUELTO, RICARDO
Sus ojos, anegados en
lágrimas, eran el más claro exponente de las interminables horas de
llanto soportado. La hinchazón de los mismos y los hematomas en todo
el cuerpo, delataban el maltrato recibido. El encogimiento sobre sí
misma, como si buscara la primigenia protección del útero materno
o como si buscara anularse y desaparecer, hablaba del miedo atávico
que la embargaba hacia su verdugo.
No podía más. En su
memoría, desdibujados por el tiempo, unos cuantos momentos, breves y
escasos instantes de felicidad ya más que amortizada, cuyo recuerdo
lejos de consolarla, tan sólo le aportaban nuevas dosis de desolación y amargura.
Le dolía todo el cuerpo,
le dolía el alma, le dolía la humillación y el desamor, le dolía
su propio aliento, le dolía la vida. No, no podía más.
El vacilante trasteo de
llaves en la cerradura, hizo que de nuevo se estremeciera. Llevaba
toda la noche fuera tras la última paliza propinada, tiempo más que
suficiente para embriagarse como siempre, para volver con saña
desmedida a descargar en ella su frustración y cobardía.
Estaba donde la había
dejado, arrinconada en la cocina. Se
avecinaba un episodio más de víctima y verdugo. La mano torturadora
se quedó a escasos centímetros de su rostro, paralizada por la
fuerza incontenible del cuchillo que le atravesaba el corazón. Los
papeles, en esta ocasión, finalmente habían cambiado.
En los últimos
estertores de agonía, aún pudo oirla susurrar una y otra vez como
si de un un salmo liberador se tratara, “no deberías haber
vuelto, Ricardo, no deberías haber vuelto, Ricardo no deberías....”