Hoy estoy triste. Hago mía la tristeza
de mis amigos Luci y Curro, porque la amistad nos lleva a eso, a
hacer nuestros los sentimientos de aquellos a los que amamos. Pero
estoy triste no solamente por ellos, sino también porque he perdido
a una querida amiga. Con ellos esta amiga ha convivido 18 años. Ha
sido muy querida, creo que esos dieciocho años han sido de felicidad
aunque nunca se lo llegué a preguntar, sabedor de que no iba a
obtener respuesta, pero lo sé, porque fué querida, mimada, cuidada,
atendida hasta en la más mínima de sus necesidades y esos mimos y
cuidados siempre nos proporcionan felicidad.
Toñi, mi mujer también la quería y
mucho. En momentos muy difíciles y trraumáticos para nosotros, ella
con un instinto especial del que estaba dotada, supo estar cerca de
mi mujer y fué con su comportamiento, un apoyo, un consuelo más
para superar un escollo que creíamos insalvable.
Anoche murió Linda. Una preciosa
perrita de raza bretona, una más en la familia de mis amigos. Vienen
a mi memoria tantos momentos compartidos con ella, que no puedo
evitar que mis ojos se enturbien recordándolos. La de veces que le
he dado trozos de jamón o de queso por debajo de la mesa, a
escondidas, esquivando la vigilancia de Lucí, siempre vigilante de
su dieta. La de veces que la he llevado en el coche, camino de la
playa, a sabiendas de que después tenía que estar horas quitando
pelos de los asientos, las muchas ocasiones en que he jugado con
ella.
La foto que acompaña mi entrada, la
tomé la semana pasada. Hace tiempo que perdí la fé, pero si existe
un cielo para perros, tengo la completa seguridad de que Linda está
en él, triste y apesadumbrada por la pena que nos deja.