Nuestra amiga Teresa Cameselle nos invita a participar, como cada año, de su Halloblogween. En esta ocasión nos invita a escribir sobre lo que no se ve. Esta es mi aportación:
Estoy sentado delante de un humeante y
oloroso café. Mis muñecas aún tienen la marca de un intento de
suicidio. Nadie me cree cuando afirmo que fueron ellos los que me
incitaron a atentar contra mi vida. Desde la terraza del café veo
moverse las cortinas de mi ventana. Están ahí, me susurran y
gritan, se apoderan de mi cabeza, nadie los ve salvo yo, ellos hacen
que me considere muerto mientras vivo, cosa de la que me convencen, a
duras penas, mis familiares y amigos. Son ellos los que me incitan a
vagar como alma en pena por los pasillos de la casa huyendo de sus
caras desencajadas, de sus miradas perdidas, de sus agitaciones
espasmódicas, de sus pasos erráticos y sobre todo, de su
insoportable olor a carne quemada. ¿como es posible que nadie lo
huela?. Son ellos los que en ocasiones me paralizan, los que me
convulsionan el cerebro como si me aplicaran electroshock. En mis
escasos momentos de sosiego pienso que tal vez me
esté volviendo loco.
Un soplo de aire frío me azota el
rostro. Siempre ocurre cuando uno de ellos está cerca. Su risa hiela
aún más que el aire que anuncia su presencia. ¿Porqué nadie los
ve, ni los oye?. Se sienta en la mesa de al lado, jugueteando con un
mechero, junto a una pareja de edad indefinida. La conversación de
estos, antes susurrante, la oigo ahora nítida y clara.
Comentan la transformación de este
entorno. Ahora casas adosadas y espaciosos jardines, antes un vetusto, gris y algo siniestro Hospital
Psiquiátrico Provincial, reducido a cenizas tras un pavoroso
incendio provocado por un interno esquizofrénico. Nadie se salvó.
Ese, el que ellos no ven, sigue jugueteando con su mechero mientras me mira
con una gélida sonrisa. Definitivamente, no vuelvo a casa. Tengo que
venderla y huir.
SEGUNDA APORTACION.
He querido complementar esta entrada con dos microrrelatos más.
Siempre fuí vegetariano. Me encantan
los vegetales cuando envuelven carne humana.
La güija al fín me mostró la identidad del
asesino de mi madre. Escribió mi nombre.
Más historias terroríficas las podeis encontrar en el blog de nuestra amiga y compañera
Teresa Cameselle.