5 de abril de 2018

Este jueves un relato: SEMANA SANTA

Cristo de Animas (Parroquia de San Lorenzo, Córdoba)
 
En los pasados días de Semana Santa, toda Andalucía, como siempre,  ha vivido con intensidad los desfiles procesionales de sus imágenes religiosas. Cuando gran parte del Orbe católico se prepara para interiorizar su fé, para profundizar en ella en la Semana de Pasión, Andalucía, como no podría ser de otra manera, exterioriza su devoción, la saca a la calle, viste de gala sus imágenes, y las pasea por todas las ciudades en estación de penitencia.

Pero no es mi intención ensalzar las excelencias de la Semana Santa tal como se vive en Andalucía. No es mi intención hablar de la belleza de sus incomparables tallas, de sus tronos, de sus cofradías, del innumerable acompañamiento de nazarenos, de la pléyade de penitentes que acompaña el caminar pausado de los costaleros.

Quisiera hablaros de la saeta, como una de las más genuinas manifestaciones de nuestra Semana Santa.

Cuando uno escucha por vez primera el canto desgarrado de una saeta, se encandila inevitablemente de su fuerza, su pasión, el misterio que entraña, y queda seducido, enamorado, de esa sublime forma de oración.

Son inciertos los orígenes de la saeta. Parece ser que los antecedentes más antiguos se remontan al último cuarto del siglo XVII. Se trataba de unas coplas lentas y parsimoniosas conocidas como “penetrantes”, y serían cantadas por religiosos fundamentalmente franciscanos y capuchinos y tenían como objeto “golpear” la conciencia de los pecadores.

Esta saeta primitiva, esta saeta “penetrante”, con el transcurso del tiempo pasa al pueblo que adquiere ese recurso religioso y lo hace suyo como forma de exaltación popular a las imágenes de Jesús o de María. Aunque hasta hace poco tiempo se ha creido que esta incorporación al acerbo popular se realiza en la segunda mitad del siglo XIX, documentos recientes situan manifestaciones cantadas por el pueblo llano con la denominación de saetas en las postrimerías del siglo XVIII. De forma que podemos datar en estas fechas el nacimiento de la saeta popular.

Con posterioridad, corriendo ya el siglo XX, su incorporación al mundo del flamenco, se efectúa de la mano (mejor de la voz), de cantaores como Manuel Centeno, Enrique el Mellizo, Antonio Chacón, Manuel Torre, La Niña de los Peines, Manuel Vallejo como exponentes más destacados de ese aflamencamiento de la saeta, llegando así hasta nuestros días.

Algunas formas de saetas poco comunes son la saeta vieja o primitiva de puente Genil, la saeta cuartelera, derivada de esta, la saeta samaritana de Castro del Rio y, como formas más comunes nos encontramos con la saeta por seguirillas y la saeta por martinetes.
 
No quiero terminar esta entrada sobre la saeta sin tener un emocionado recuerdo para alguien que cantaba las saetas como nadie. Se trata de Quico, el padre de Toñi, mi suegro. Enorme cantaor que no figurará en los anales del flamenco, pero que cantaba como los propios ángeles y que fue cabal y flamenco hasta el fín de sus días.

Quiero mencionar también a Juana, Mª José y Rafael Carlos, tres amigos nuestros, buenos cantaores de saetas, que año tras año, utilizan este cante de muy difícil interpretación, para honrar a Jesús y a la Virgen al paso de sus imágenes en la noche de la Semana Santa cordobesa.

Este poemilla, quiere ser un reflejo, una aproximación a ese momento en que una voz  rompe el silencio y surca el aire en vibrante oración.

VENABLO ENAMORADO

¡Da la orden, capataz!
Para el paso, costalero,
que Cristo quiere escuchar
la oración del saetero.

El gentío se ha callado,
las trompetas enmudecen,
el sentido, enajenado
y el alma que se estremece.

El cante, surcando el aire,
es venablo enamorado,
que quiere tapar la sangre
que mana de su costado.

Saeta por seguirillas,
no hay oración más hermosa,
para secar las mejillas
de una Madre Dolorosa.

¡Da la orden, capataz!
Levántalo, costalero.
Que ya termina, llorando,
Su oración el saetero.
Pepe

Más y mejores historias sobre la Semana Santa, las podeis encontrar en el blog de nuestra amiga y compañera de letras, Lucía