La mañana estaba radiante. Bajo la sombra del
viejo y frondoso limonero, agradecido por la agradable brisa que hacía más
soportable la inclemencia de un sol de justicia, ensimismado, se afanaba en dar
forma y contenido, desarrollo y adecuada moraleja al cuento que hoy desgranaría
para su nieto que en este momento correteaba por el jardín. Era el momento más
agradable del día. Aquel en que como en un mágico ritual ambos, pequeño oyente
y anciano narrador, se entregaban a vivir las historias y emociones construidas
diariamente para tal ocasión.
Un angustioso piar lo devolvió a la realidad.
Dos gorriones se afanaban en intentar mover con sus picos un pequeño bulto en
el suelo mientras su nieto gritaba:
-¡ Abuelo, abuelo, es un gorrión pequeñito
que se ha caído de un nido!.
El abuelo, contrariando los deseos del niño
que quería quedárselo a toda costa, buscó una escalera, se encaramó al árbol
del que había caído y lo devolvió al nido con sus padres, mientras le hacía
reflexionar que no es bueno privar de libertad a quien ha nacido libre ni
arrancar a unos padres la vida de un hijo.
Instantes después, recuperadas la calma y el
sosiego, comenzó su narración:
-Cuando yo era pequeño como tú, fui monaguillo
en la Iglesia de San Rafael Arcángel , Custodio de Córdoba. No recuerdo bien como
llegué a serlo, pero si recuerdo que me hacía feliz. Me gustaba ayudar en los oficios religiosos, pero sobre
todas las cosas, me gustaba tocar las campanas. Para voltearlas en las
grandes solemnidades, no tenía fuerzas, pero disfrutaba contemplando a Paco,
sacristán y campanero, haciéndolo.
Siempre subía con él al campanario y le
ayudaba a engrasar los ejes que anclaban
el yugo de la campana a las paredes laterales, sosteniéndolas y facilitando su
volteo.
En cierta ocasión, en el suelo del
campanario, un halcón con el ala derecha rota, pugnaba inútilmente por levantar
el vuelo. Me acerqué a él temeroso y para mi sorpresa, se dejó acariciar. Desde ese
instante, diariamente subía al campanario para alimentarlo con pequeños trozos
de carne y para curar su quebrada ala. Poco a poco fue cogiendo fortaleza hasta
que, recobrada completamente su capacidad de volar, levantó majestuoso el vuelo y
no tuvo más necesidad de mis cuidados.
Sin embargo, seguí subiendo cada día al campanario
y él cada día abandonaba por unos instantes sus dominios celestiales para venir
a posarse durante breves instantes en mi pequeño brazo extendido.
Un descuido fatal hizo que un día, mientras
Paco el campanero volteaba la mayor de las campanas,” La Gorda”, pues ese era
su bien merecido nombre, el puño de mi camisa quedara enganchado por el botón
al yugo de la misma. Mi pequeño cuerpo se elevó con ella y hubiera acabado
estampado contra el suelo de la plaza si mi amigo, siempre ojo avizor, no interviene
a tiempo arrancando con su poderoso pico, el botón que me trababa.
Fue la última vez que lo ví. Muchas veces he
pensado que se quedó cerca de mí por fidelidad, para devolverme el favor que un
día le presté. Ese día vió llegado el momento de recuperar los horizontes de
libertad a los que voluntariamente había renunciado por mí, esa misma libertad
que hoy no hemos querido arrebatarle a tu pequeño gorrión.
Mas cuentos y cuentistas en el blog del amigo José Vicente.
Un dulce cuento con moraleja incluída. Bello como el sonar delas campanas, que gracias a tu protegido,no te llevaron de viaje hasta el suelo...
ResponderEliminarabrazos y besos mil
Un magnífico cuento Pepe, donde se intuye la esperanza y el deseo de libertad que une todos los corazones. Gran mensaje.
ResponderEliminarMuchas gracias y un abrazo
El bien más precioso es la libertad...como vuelo de gorriones, de halcones, de campanas.
ResponderEliminarPrecioso cuento de la memoria, monaguillo y abuelo, una vida por medio, y ahora el dulce regalo de un nieto.
¿Se puede pedir más? No, tu lo has escrito y yo lo he sentido, nos vemooooos Pepe, besitos.
La libertad y la fidelidad, asoman en un escrito perfecto, dulce y generoso.
ResponderEliminarUn aleccionador cuento capaz de dejar al nieto con los ojos como platos y la boca abierta.
Abrazos
Qué fieles y agradecidos los animales! Más que muchos humanos...
ResponderEliminarqué bonito cuento y qué bien nos lo has contado!
Un beso
Muy bonito, amigo. Ya me gustaría que este tipo de historias, tiernas y didácticas, se hicieran el fonde de lectura de algunos libros de texto o de algunas orejitas receptoras... la semana pasada vinieron a casa con un cuento de Bob Esponja y no sé quién que le robaba una cangreburguer y se le premiaba por ello!!!!
ResponderEliminarbarbaridades modernas o poco seso???
Gracias por este relato.
Beso a los dos.
Los cuentos siempre llevan implicito algunos valores para educar por medio de la imaginación. Y eso me gusta, me gusta este cuento porque no lo ha escrito Walt Disney, lo has escrito tú.
ResponderEliminarUn abrazo,
Bonito relato, a veces los animales son muchos mejores que las personas y aquí está la demostración.
ResponderEliminarUn abrazo
Sublime, Pepe. ¿Sabes? Me encantan las aves y es por ese símbolo de libertad que significan. "Como un pájaro en el alambre ... he tratado a mi modo de ser libre" escribió y cantó Leonard Cohen y son palabras que me fascinan. Y las veo reflejadas en tu cuento.
ResponderEliminarEl gesto de devolver el gorrioncito al nido me emociona.
Un abrazo fuerte, nos vemos en + - u mes.
Precioso cuento Pepe.
ResponderEliminarLo de la moraleja me ha encantado, con lo complicado que parece y lo bien que lo has resuelto tú.
No dejo de darle vueltas al comentario de censurasigloXXI ¿una cangreburguer?, como se nota que ya no tengo niños pequeños, la cosa avanza sin parar.
Un abrazo.
Mar
Ay Pepe,cómo me gustan los cuentos!!!
ResponderEliminarEL "nieto"aprendió más que un cuento ,aprendió valores.
EL gorrioncillo caido del nido fué una buena experiencia para mostrarle la complicidad con la Naturaleza,los animales ,en este caso.
Y con el halcón y la campana, una muestra de que la generosidad está recompensada por sí misma,aunque no sea ello lo que busquemos.
Creo que los abuelos son los mejores contadores de cuentos y ....algún que otro niño.
Besucos
Gó
¡Pero qué linda historia!...y por supuesto, con una muy adecuada moraleja para tu nieto, que por su corta edad no entendía lo que implica para un pájaro ver truncada su natural libertad.
ResponderEliminarPrimer relato que leo este jueves y me encantó, Pepe. Del mío, todavía ni noticias! jejejee
Un abrazo.
Precioso cuento!!!! Y... Tienes razón, no hay momento más mágico que contarles cuentos a los niños...
ResponderEliminarTe cuento yo. Mi nieta mayor, Laura, que tiene casi 10 años, cuando duerme conmigo en casa, me pide que le cuente un cuento mientras le hago cosquillitas en la espalda... Es nuestro secreto (seguramente le da corte que se enteren siendo "tan mayor")... No sé quien se lo pasa mejor... si ella o yo. Si también se viene a la cama su hermana Blanca, de 5 años, le dice: -Blanqui, no le dices a la iaia que te cuente un cuento???? jajajajajaja
Entonces me pongo en medio de las dos, les cuento dos cuentos mientras con las manos les rasco suavemente la espalda.
Y esto no es un cuento, es verdad de la buena...
Besitos amigo, gracias por la sonrisa. (Ya tengo un cuento nuevo para mi repertorio...)
Tierno y lleno de sabiduría. No hay mejores momentos, pasados los años jóvenes, que enseñar a los nietos las cosas importantes de la vida. Los cuentos que defienden las libertades, la fidelidad, el agradecimiento....Qué distinto sería todo con muchos abuelos así.
ResponderEliminarUn beso.
Hola, Pepe.
ResponderEliminarMe ha encantado el cuento y su contenido. Vivimos una época en que la sociedad no dispone de tiempo para regalarlo a los niños y a los ancianos. Ahora son los abuelos los que cuidan a sus nietos y pasan más horas con ellos que sus padres.
¡Qué mal lo tenemos montado!
Lo que más me ha llegado de tu historia es la relación de abuelo y nieto. Fabulosa.
Un abrazo.
Maat
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ResponderEliminarLibertad, amistad y fidelidad quedan reflejados en este bonito cuento que pone de manifiesto eso de "hoy por ti, mañana por mi". Me ha gustado mucho. Un beso.
ResponderEliminarLibertad, amor, amistad y fidelidad como dice cristina es lo que todos deseamos pero creo que muy pocos tienen... muy hermoso cuento
ResponderEliminarSuerte tener un abuelo o abuela que le cuente cuentos y más si son como este, cuidado y pausado, reflejando valores como la amistad, la entrega, la fidelidad, en el que enseña a respetar la libertad.Suerte de verdad Pepe, te lo dice alguien que no conoció a sus abuelas y sus abuelos murieron siendo jovencita.
ResponderEliminarBesos.
Me pasa, por comentar tan tarde, que ya estan dichas todas las palabras hermosas que inspiran tu cuento, que maravillosa enseñanza para el nieto, que canto a la libertad y al amor.
ResponderEliminarPrecioso, amigo mio.
Un beso
¡ Que buenos esos momentos entre abuelos y nietos ! cuantos valores se transmiten a traves de un sencillo cuento, cuantos bellos recuerdos quedan en los corazones de esos nietos para siempre.
ResponderEliminarFelicidades Pepe, te salió redondo!!!
He disfrutado mucho con la ternura que desprende hoy tu jueves.....Besos amigo mio.
¿Sabes? tengo la suerte de conocer esta complicidad de cerca, el abuelo y la nieta... los afectos, las complicidades los ha convertido en ¿su mejor amigo?, si, Pepe... como dice ella es lo más y cuando leía tu cuento he sabido entrever porque, tiempo, ternura y mucha vida...
ResponderEliminarTe he dicho que le cuenta "sus" secretos... y él le aconseja ainss, ¡qué cosas!
Que poco queda... ¡Hasta pronto!
Besos pareja
los cuentos son para los apenas vividos, para los renacuajos preciosos...de eso no hay duda, pepe.
ResponderEliminaren cierta manera, el único lugar donde ya se pueden aposentar los cuentos es en ellos..bueno...espera, que puede que no sea tan así...yo, como no creyente, considero que la religión es un cuento que los mayores nos creemos...es un ejemplo tan sólo...oséase, un tipo de cuentos, es también para los mayores...
y dejándome de divagar, te diría que he visto a ese nieto con los ojos como platos observando al pajarraco ayudar al abuelo...eso es así, sin duda... el abuelo nunca hubiera podido abrirlos así...
ah, una cosa, pepe...mientras leía el cuento, pensé que el monaguillo se caía y que el pajarraco lo cogería en el aire...¡¡¡jajja, quizá es que yo también en alguna manera sea un niño!!
medio beso, pepe.
Éste sí que es un verdadero y auténtico cuento, bien expresado, preciso y sobre todo tierno. Debo confesarte que me ha gustado todo: la preparación para el momento maravilloso del cuento; la inesperada caída del gorrión y la lección de humanidad con el correspondiente lazo familiar; el cuento en sí, con el oficio de campanero que el sacristán del pueblo se encargaba de desarrollar; la amistad y el compromiso que los seres vivos establecemos entre nosostros (el halcón y la rotura del botón que se enganchó en la campana...).
ResponderEliminarMe encantó Pepe. Muchas gracias por tu visita y enlace.
un saludo cordial.
He contestado en mi blog a tu comentario, pero como no sé si lo leerás, te lo pongo por aquí también por si acaso. ¡Que si que voy a Córdoba! Ya tengo la reserva hecha y a los de Jaén solo nos queda comprar los billetes del tren, asi que ya no hay marcha atrás. ¡Allí nos vemos, que ya hay ganas! Un beso.
ResponderEliminarHistorias compartidas entre generaciones. Ese sentimiento del abuelo hacia su nieto, haciéndole partícipe de su relato, es más que tierno. Me recuerda a los míos, que ya hace tiempo no están, pero me he guardado cada historia en mi corazón.
ResponderEliminarPor otro lado, ese mensaje de libertad y respeto, me ha parecido una preciosa enseñanza.
Pido disculpas por la tardanza, por eso hoy, te dejo dos besos al vuelo!
Gaby*
nunca hubo ni habrá cuentos más bonitos que los que tejían los abuelos y más si sabían como este a libertad : ) Un besote
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