Un dígito más y el contacto quedaría
establecido. Dudaba en hacerlo, pero se sentía perdida, desorientada. No sabía
como afrontar su situación. Necesitaba ayuda y consejo y tal vez al otro lado
del teléfono podría encontrar ambos. Su hijo Alberto la tenía preocupada.
Era un buen hijo y un mejor estudiante. Tan sólo le faltaba una asignatura
para terminar sus estudios de Psicología, pero hace un año había coqueteado con
la bebida y con la droga y aunque aquello afortunadamente quedó atrás, siempre
la atemorizaba el fantasma de una posible recaida.
Desde hacía unos tres meses, su
comportamiento se le antojaba errático, no era el mismo. Unas veces llegaba a
casa con los ojos enrojecidos, apesadumbrado, como si cargara a sus espaldas todas las
culpas del mundo, otras llegaba con el semblante alegre, agasajándome con
besos, mimos y carantoñas.
De costumbres metódicas, algunas ausencias no
habituales, así como las evasivas ante sus preguntas, no hacían sino aumentar
su preocupación.
- No me pasa nada, mamá, son impresiones
tuyas. Estoy bien, no te preocupes. No me ocurre nada que no pueda resolver, no
te quiero inquietar con mis problemas.
Finalmente se decidió y pulsó el último
dígito.
Contestando a su llamada, una voz cálida,
afectuosa, inconfundible para ella, le respondió:
- Teléfono de la Esperanza. Mi nombre es
Alberto. ¿La podemos ayudar?.
Más llamadas telefónicas en el blog de nuestra amiga María José
El teléfono a veces puede convertirse en ángel, con la voz de la esperanza.
ResponderEliminarUna grata sorpresa, un placer leerte amigo Pepe.
Ay, amigo mío, hay que saber pedir ayuda aunque la desconfianza hacia los resultados nos parezca obvia. Personalmente pienso que muchas veces sólo necesitamos que alguien nos diga en voz alta lo que ya sabemos.
ResponderEliminarUn beso a los dos y cafelito recién hecho.
Hola, ola de mar..
ResponderEliminarMe ha sorprendido mucho el final Pepe. Fijate tu, que cuando al fin ella quiere pedir ayuda, quién la ayuda es precisamente el objeto de su preocupación. Me ha encantado el relato y como lo has dirigido a ese final.
Un beso, del Aire
Que buena historia, la madre esta preocupada por el hijo y resulta que el hijo se preocupaba por los demas.
ResponderEliminarUn final increible, inesperado al máximo.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho
Un abrazo
Hermoso relato Pepe. Esos momentos en que nos asaltan todas las dudas y nos llevan a pensar siempre en negativo. Sobre todo cuando se trata de personas que amamos y que ansiamos que estén bien.
ResponderEliminarEl final es increíble, un remanso para esa madre que esperaba tener paz.
Un abrazo.
En algunos momentos, una llamada, una consulta, da esperanza. Y a tiempo para volver a ver bien a quien se ama, como esta madre a su hijo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ayudar a quien necesita. Excelente recurso para reencontrarse con todos, hasta con uno mismo.
ResponderEliminarMuy buena historia.
Un abrazo.
Muy bueno el relato, Pepe. Sorprendente final :)
ResponderEliminarUno de los mejores usos que se le pueden dar a un teléfono: ayudar a lo demás.
Bss.
Una de los mejores servicios que puede prestar el teléfono. El relato parece que desemboca en una mala noticia y todo lo contrario, brota de pronto una luz de esperanza que comienza pidiendo ayuda.
ResponderEliminarMe gustó mucho leerte.
Besos, Pepe.
Una llamada telefónica bastó para resolver las dudas de esa angustiada madre. Afortunadamente, un final feliz, cosa que no me esperaba. Me has sorprendido y eso me gusta. Un beso.
ResponderEliminarDe un relato que genera angustia y algo de desesperanza germina un final lleno de esperanza y luminoso como pocos. Muy bueno Pepe, muy bueno y lleno de sentido.
ResponderEliminarUn abrazo
Qué bueno y qué sorpresa. De ahí esos cambios de humor. Tiene que ser emocionalmente tremendo ser operador de ese servicio.
ResponderEliminarAbrazos, amigo.
Lo es Juan Carlos, lo es. Trabajé como voluntaria una temporada en el teléfono de La Esperanza y desde luego, su labor social es inmensa. Para mi fue tan emocionalmente tremendo, que tuve que dejarlo, pues me llevaba todos los problemas que iba atendiendo a casa. No era una buena voluntaria...
ResponderEliminarTu relato me ha encantado Pepe, y me ha hecho recordar que nunca damos bastantes gracias de todo lo bueno que disfrutamos.
Un fuerte abrazo.
Lupe
Interesante relato, que te pasea con limpieza por una situaciòn lamentablemente demasiado habitual y nunca con el mismo desenlace. Es màs, por este tranquilizador final se ofrecerìa màs de una vida.
ResponderEliminarBuen texto.
Abrazos.
Alfredo
me caguenrusia, pepe, suscribo las palabras de alfredp. además añado que , obviando la temática, está de puta madre escrito...que posee literatura, que encierra misterio y que da gusto leerlo..
ResponderEliminarmedio beso.
Qué bonito y esperanzador relato!
ResponderEliminarY la tranquilidad que le tiene que quedar a esa madre!
Muy bueno el relato, inesperado final que te deja una agradable sensación de bienestar al leerlo.
Un beso grande.
Curioso el nombre de la persona que atiende el Teléfono. Queda la duda de si era él o no. Buen final. Un abrazo
ResponderEliminarMe encanta el nombre del teléfono de la esperanza y más el final, que es de los que a mi me gustan. nos dejas con ganas de imaginar más a llá de esa ultima frase. Gracias por participar. Un beso
ResponderEliminarLa esperanza es lo último que se pierde, y aqui parece que la encuentra en ese último dígito.
ResponderEliminarDa tranquilidad que existan estos teléfonos.
Un abrazo.
Como dice Mª Jose hasta el nombre es bonito, esperanza.
ResponderEliminarMe ha parecido muy buen relato y muy buena historia.
Un abrazo Pepe.
Para dar esperanza hay que ser muy fuerte psicológicamente y además tener valor y coraje.
ResponderEliminarUna vocación difícil para una madre.
Un texto circular muy bien escrito y con un cierre clarificador y sorpresivo. Me gusto.
Un abrazo
ibso
Pepe eres el primero de los jueves que leo, me encanta tu relato, es precioso y lleno de esperanza. Pasé por el blog, y al ver tantas imágenes de teléfono, me animé a leer, voy por orden de actualizaciones, así que tú has sido el primero, mañana si dios quiere seguiré otro rato. Besitos dobles.
ResponderEliminarTe aseguro que no esperaba tan precioso final.Te felicito.Es asombroso!!
ResponderEliminarCuánto ignoramos del corazón de nuestros hijos!!
Y ellos nos sorprenden con el mejor latido.
A veces ,el último dígito del teléfono trae buenas noticias.
Besucos
Gó
vaya muy buen relato y realmente un inesperado final, vaya, vaya que creo que si sucede eee
ResponderEliminarUna decisión acertada la de la madre, ante el problema del hijo, que bueno que haya teléfonos que brinden este tipo de ayudas. Como he leido en unos de los comentarios de los blogueros, que placer volver a leeros a todos y que variedad de relatos, ante este tema.
ResponderEliminarUn abrazo
Lola
Madre mía, Pepe... Has conseguido que me emocione. ¡Gracias! :)
ResponderEliminarBesos (con lágrimas).
Genial, Pepe! Siempre hay calejones sin salida y siempre existe la esperanza...incluso por teléfono.
ResponderEliminarDos besos.
un teléfono para ayuda personal... me encanta, no me lo había imaginado! un buen relato! un abrazo amigo!
ResponderEliminarUno intuye un final desalentador, pero consigues darle ese giro de esperanza que me ha encantado.
ResponderEliminarEse es el TELEFONO con mayusculas para los que no tiene donde ni a quien acudir.
Un beso
El último digito y segurito al nada más escuchar el tono de la voz, el nombre amado y la frase expresada, fueron suficientes para disipar la angustia, esbozar una tenue sonrisa y podría ser que hasta colgar muy lenta y dulcemente el auricular aquel, sin emitir palabra alguna! :)
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