No siempre podemos superar nuestras debilidades. Nuestra condición animal nos hace frágiles y vulnerables. La sed, el hambre, la enfermedad, el cansancio extremo, son sólo algunas de las necesidades ante las que nuestra pretendida fortaleza y voluntad se estrella estrepitosamente.
De nada nos sirve
pensar ante la carencia de agua o de alimento o de salud o de fuerza,
“No quiero necesitarte porque no puedo tenerte”.
La necesidad está ahí, provocando estragos en nuestro organismo,
dejando patente la inutilidad de querer ignorar su existencia
simplemente porque no tengamos el remedio adecuado.
Lo anterior, que se
nos muestra elemental y evidente en un plano puramente físico,
ocurre igualmente en el universo de las emociones que como seres
humanos somos capaces de sentir. A veces resulta inútil luchar
contra las emociones pretendiendo ignorar aquellas que ponen cerco a
nuestra maltrecha fortaleza cuando somos incapaces de evitarlas.
Nos enamoramos y si
tenemos la desgracia de no ser correspondidos, desearemos en algún
momento no tener la necesidad de amar ante la imposibilidad de lograr
el amor del otro, complemento necesario para que amar nos proporcione
la felicidad soñada. Si es auténtico y profundo en nosotros ese
sentimiento, será en vano luchar contra él, aprenderemos a vivir
esa carencia, pero siempre su necesidad nos andará rondando.
La ausencia de un
ser querido, por ejemplo, sería un magnífico exponente de esa
necesidad que nos sobrepasa y ante la que poco o nada podemos oponer.
De nada nos servirá interiorizar en nosotros esa frase: “no quiero
necesitarte porque no puedo tenerte”, porque esa necesidad estará
siempre acompañándonos mientras nos deja patente que nuestra pobre
condición animal y humana es incapaz de soslayar las necesidades que
se nos presentan, tengamos o no la capacidad de resolverlas.
Podeis encontrar más frases de cine en el blog de nuestra amiga CHARO CORTES.