Yo
quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Miguel
Hernández Elegía a Ramón Sijé
Hay un trozo de tierra al
pie de un algarrobo, junto a un macizo de romero, en el cementerio de
Córdoba.
Es la tierra a la que las
cenizas de nuestro hijo sirven de nutriente por expreso deseo de
nosotros, sus padres.
Ahí es donde acudimos
semanalmente a su encuentro, mi mujer y yo, a honrar su memoria, a
añorar su presencia entre nosotros.
Ahí es donde unas
cuantas flores artificiales en verano, naturales en invierno, dentro de una pequeña
jardinera, lo acompañan.
Parece ser que esos
simples objetos, que esas flores, no deberían estar ahí. Una
normativa profundamente inmoral, miserable, innecesariamente cruel,
carente de ética y de estética, determina que sólo pueden
depositarse flores el día de la inhumación. Nunca más.
Doy fé de que este
pequeño testimonio físico de nuestro infinito amor, no estorba.
Está situado en la zona de tierra que rodea al tronco del árbol,
donde no llega la máquina cortacésped, donde no interfiere ni con
la máquina sopladora de hojas secas, ni con el riego, ni con
cualquier otra tarea de mantenimiento del lugar.
Sin embargo, ya es la
segunda vez que atendiendo a esa normativa nos lo arrebatan, la
segunda vez que se han llevado flores y jardinera con total
impunidad.
Desde que el mundo es
mundo, los seres humanos, de una forma u otra, hemos honrado la
memoria de nuestros difuntos y esas manifestaciones han sido
respetadas siempre de una forma reverencial.
Nuestra incompresión por
estos hechos es todavía mayor porque el cementerio es municipal. Su
gestión depende del Ayuntamiento y éste está regido por partidos
de izquierdas a los que se les supone, como eje fundamental de sus
políticas, la defensa de los derechos humanos y el respeto por la
dignidad de las personas.
No les reconozco el
derecho a gestionar mi dolor ni las manifestaciones externas de éste,
motivo por el cual seguiré poniendo flores junto al sitio donde las
cenizas de mi hijo descansan aunque, según ellos, esas flores no
deberían estar ahí. Es la batalla de David contra Goliat en la que,
por cierto, salió victorioso David.
Más cosas fuera de lugar
las podreis encontrar en el blog de nuestra amiga Charo