Hace meses que no participo activamente en los jueves literarios por múltiples razones, una de ellas, tal vez la más importante, la falta de inspiración ante cualquiera de las propuestas sugeridas por vosotros. El tema de esta semana, sin embargo, me ha inducido a volver a publicar una entrada que escribí en el año 2012 y que para mí tiene un significado muy especial. Espero que os guste.
Mis
viejas botas.
Generosas
me disteis,
mil
horizontes.
Sé
que algún día no podreis aguantar, ajadas por los miles de pasos
soportados, ni un solo paso más. Llegado ese momento, con el polvo
acumulado en vuestra andadura por caminos y senderos, agrietadas por
el agua y el sol, por la niebla y la lluvia, por el fango y la nieve,
sé que no podré desprenderme de vosotras. Sería incapaz de
hacerlo. Os guardaré con mimo, como se guardan los tesoros más
preciados, con el último polvo, con el último fango, con la huella
de la última hierba pisada en vuestra suela.
Son
demasiadas emociones. Cientos los caminos recorridos, los paisajes
contemplados, los colores y olores percibidos, la Naturaleza
acariciada, los silencios y sonidos gozados, experiencias
unas veces compartidas con amigos y otras en dichosa soledad pero
siempre con vosotras como inseparables compañeras.
Antes
que vosotras, otras botas soportaron la actividad de mis inquietos
pies. Sé que después de vosotras, si mi cansado cuerpo lo soporta,
otras botas verán nuevos caminos, harán posibles nuevas vivencias.
Entonces
…. ¿que os hace diferentes?. Podría pensar que como mi camiseta
preferida, como el bastón o la mochila que son muy
anteriores a vosotras, sois simplemente objetos. Pero no
es así. Vosotras, mis queridas botas, sois objetos, si, pero objetos
con alma. Llevo siempre con vosotras el recuerdo de Sergio mi hijo,
ya que fuisteis su regalo en un día de Reyes. Siempre que os calzo,
que os obligo más allá del cansancio o el dolor, siempre que
coronais cumbres o bajais barrancos, junto a vosotras, su presencia a
mi lado, caminando conmigo como en tantas ocasiones, cuando aún
vivía.
Comentaros,
como epílogo, que ahora que vuelvo a publicar esta entrada, mis
queridas botas siguen marcando mis pasos, enfundando mis pies,
soportando estoicamente el peso de mi cuerpo, algo más viejo, algo
más cansado, pero igual de inquieto, como siempre.
Más
historias de zapatos y botas en el blog de nuestra amiga Dorotea
Un bonito Kaiku..que nos deja bien claro que estimabas esas botas viejas ..
ResponderEliminarUn abrazo feliz tarde-noche.
Perdona pero cuando abrí tu blog solo vi el poema corto , ahora ya veo el resto ..me sumo a lo dicho un bonito texto donde esas botas han vivido y les queda cuerda para rato ...
EliminarComprendo todo el amor incondicional a esas botas viejas, por lo caminado, por lo vivido y por ser el regalo de alguien a quien llevas en tu corazón. Precioso relato Pepe, encantada de volver a verte por aquí. Besos.
ResponderEliminarHay zapatos que son de la familia, no hace mucho que a unos míos les dedique una entrada, se la merecen, aunque no fue tan hermosa como esta. Abrazos
ResponderEliminarPrecioso canto a las botas que no son unas botas cualquiera.
ResponderEliminarLlevan impresas un recuerdo de tu amado hijo;caminos,cimas,soledades,silencios,amigos..montañas.
Aún conservo las últimas de mi padre.Son un sacramento.
No me extraña que las tengas aún y sigas usándolas
Que te acompañen en este nuevo recorrido
No has perdido nada de tu encanto emocional.
Uno se cansa a veces,pero vienen fuerzas(no sé de dónde aunque lo imagino)y nos gusta seguir con esta "familia"de amigucos blogeros.Sigo diciendo que no somos una pantalla
Gracias por tu comentario y no sabes cómo me alegro de tu vuelta.Se te echaba en falta
Besucos
Gó
Pepe me alegra mucho de verte por aquí y precisamente con estas botas que sé lo importantes que son para ti.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte-
Qué suerte, querido compañero, que tus botas te lograron traer a nuestro jueves donde tu ausencia prolongada se había hecho sentir cada semana más. Y andando detrás del senyu, nos has permitido vislumbrar los recuerdos que esas botas conllevan para ti. Mil gracias por participar, Pepe, un abrazo y que la próxima intervención tuya sea muy pronto!
ResponderEliminarCreo recordar este texto tan emotivo. Me alegra reencontrarte en nuestros jueves,Pepe. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarEs muy emotivo tu relato. Cada regalo tiene un valor sentimental mucho más valioso que el regalo en sí, y cuando se trata del regalo de un hijo, mucho más. Y si ese hijo nos falta, no hay palabras. Yo tambien perdí a mi hija hace siete años y entiendo perfectamente tus palabras.
ResponderEliminarBss.
Tu relato contiene todo un poema,algo de nosotros queda en los objetos cotidiano que vamos dejando atrás y mas si nos recuerdan a seres queridos que ya no pueden caminar a nuestro lado. Saludos.
ResponderEliminarUn precioso relato lleno de sentimiento no solo por el regalo sino por la persona que te lo hizo que siempre estará contigo mientras tus botas lo hagan.
ResponderEliminarMe alegro mucho de volver a leerte.
un beso
Buena idea publicar este texto nuevamente, con el añadido de más experiencias.
ResponderEliminarMe recuerda un episodio de Doctor Who en que los objetos con carga emocional, son el factor decisivo.
Saludos.