Los amigos y compañeros de blogs que me siguen desde mis inicios en este grupo de jueveros, desde hace ya muchos años, saben de mi fascinación por el Camino de Santiago, o mejor dicho por los diferentes Caminos, ya que son muchos los que conducen a la ciudad compostelana vertebrando la Península Ibérica a los que he dedicado varias entradas,
En todos y cada uno de los siete caminos realizados, en más de un momento me he sentido desfallecer, he tenido la fatídica la sensación de que las fuerzas me abandonaban y, sorprendentemente, en todos esos momentos, algo me dotaba de la fuerza necesaria para sobreponerme y continuar.
En mi primer camino, en el albergue de Fonfría do Camiño, al cual llegué literalmente “reventado”, la hospitalera me habló de la leyenda de “La sombra del Peregrino” mítico personaje que, sin hacerse presente, invisible, ayudaba a los peregrinos en su caminar hasta el Apóstol y me dijo que me lo encontraría, si lo buscaba, en la plaza de La Quintana en la fachada sur de la Catedral.
Una vez en Santiago, sentado en los escalones de la plaza, lo ví. Bajo la Torre del Reloj y junto a la Puerta Santa, puntual a la cita, aparece todas las noches, proyectada en la pared, la sombra del peregrino. Por su aspecto, peregrino del Medievo con su sombrero y su bordón. La explicación, simple en apariencia. Una farola, una columna de granito y una sombra chinesca. Pero yo me pregunto: ¿Porqué precisamente en Santiago?, ¿porqué junto a la Catedral?, ¿Porqué la sensación, tantas veces sentida de que una energía externa a nosotros nos impulsa a seguir caminando en los momentos de desánimo y desfallecimiento.
Existen dos leyendas alrededor de la Sombra del peregrino que, en aras a la necesaria brevedad, resumiré para vosotros:
La primera relata el amor entre un sacerdote, una monja de clausura, los ardientes encuentros entre ellos a través de un pasadizo secreto que comunicaba la catedral con el Monasterio de San Paio de Antealtares, el arrepentimiento de esta a fugarse con su amado y la espèra desde entonces de este, noche tras noche.
La segunda, ambientada en el siglo XV protagonizada por un prófugo francés, Leonard du Revenant que quiso redimirse por el asesinato de su padre, el cual, en sueños, mientras dormía, le comunicó que había alcanzado indulgencia plenaria y el perdón por dicho asesinato, pero no por el cometido en el camino contra una mesonera de la cual se había “enamorado” y del novio de ésta. El ánima de su padre defendiéndose de Leonard, acabó con su vida y lo condenó a esperar, para redimirse de esos dos crímenes, que las almas de esa pareja peregrinaran a Santiago. Desde entonces, la sombra de Leonard espera la peregrinación de las almas de esa pareja cuyas vidas segó.
Podeis leer más acerca de sombras urbanas en el blog de nuestra amiga Neogéminis