Mis viejas botas.
Generosas me disteis,
mil horizontes.
Sé que algún día no podreis aguantar, ajadas por los miles de pasos soportados, ni un solo paso más. Llegado ese momento, con el polvo acumulado en vuestra andadura por caminos y senderos, agrietadas por el agua y el sol, por la niebla y la lluvia, por el fango y la nieve, sé que no podré desprenderme de vosotras. Sería incapaz de hacerlo. Os guardaré con mimo, como se guardan los tesoros más preciados, con el último polvo, con el último fango, con la huella de la última hierba pisada en vuestra suela.
Son demasiadas emociones. Cientos los caminos recorridos, los paisajes contemplados, los colores y olores percibidos, la Naturaleza acariciada, los silencios y sonidos gozados, experiencias unas veces compartidas con amigos y otras en dichosa soledad pero siempre con vosotras como inseparables compañeras.
Antes que vosotras, otras botas soportaron la actividad de mis inquietos pies. Sé que después de vosotras, si mi cansado cuerpo lo soporta, otras botas verán nuevos caminos, harán posibles nuevas vivencias.
Entonces …. ¿qué os hace diferentes?. Podría pensar que como mi camiseta preferida, como el bastón o la mochila que son muy anteriores a vosotras, sois simplemente objetos. Pero no es así. Vosotras, mis queridas botas, sois objetos, si, pero objetos con alma. Llevo siempre con vosotras el recuerdo de Sergio mi hijo, ya que fuisteis su regalo en un día de Reyes. Siempre que os calzo, que os obligo más allá del cansancio o el dolor, siempre que coronais cumbres o bajais barrancos, junto a vosotras, su presencia a mi lado, caminando conmigo como antes en tantas ocasiones.
Más objetos con alma en el blog de nuestra amiga Sindel