Ahora se cumplen 26 años del primer fallecimiento de un inmigrante en patera hacia España en un desesperado intento de llegar a su particular EL DORADO, del que se tiene noticia documentada.
Fueron 18 los inmigrantes que perdieron su vida en esa fecha en su intento de llegar a las playas de Tarifa.
Desde esa infausta fecha, primera de la que se tiene constancia documental, una verdadera marea humana trata de pasar por medio de un trayecto corto en el mar, hacia la península Ibérica, hacia la promesa de una vida mejor.
Muchas veces ese corto trayecto queda inconcluso y ese mar se convierte en su tumba. Las arenas soñadas, nunca se verán holladas por sus pies.
En condiciones infrahumanas de hacinamiento, en manos de mercenarios para los cuales una vida humana no es más que una anécdota, buscan el bienestar.
Si consiguen pisar la tierra prometida, esta los recibe con su cara más cruel, inhóspita y amarga. La cara de una sociedad que los rechaza, y que, si puede, los devuelve a sus países de origen nada más poner los pies en nuestras playas.
Todo eso ocurre mientras asistimos impasibles desde la indiferencia que llega a provocar el hecho que sea noticia diaria en telediarios de sobremesa.
Todo eso ocurre mientras nuestros gobernantes siguen arbitrando leyes anti-inmigración cada vez más duras, con nuestras costas cada vez más vigiladas, por radares, tecnología de seguimiento por satélite, lanchas ultrarrápidas, medidas cada vez más restrictivas ante el derecho de cada ser humano de buscar el bienestar de los suyos,
Todo esto ocurre, mientras todas las sociedades occidentales se afanan en inyectar cientos de miles de millones a sus respectivos engranajes financieros para paliar los efectos de la crisis, para proteger a las clases privilegiadas, sin considerar que con una mínima parte de esas ingentes cantidades se podría ayudar económicamente a los paises de origen de esos movimientos migratorios, para impulsar su desarrollo, colaborando en evitar su éxodo y marginación.
Hoy he querido que mi playa huela a camposanto, a sangre derramada, a marginación, hoy mi playa no es apta para el baño.
Más escenas playeras en el blog de nuestra querida amiga San
Muy acertada y necesaria tu playa esa que huele a camposanto, para ver si las conciencias se nos remueven.
ResponderEliminarUna triste escena, que imaginan mis ojos porque no la conocía.
ResponderEliminarGracias por compartirla.
Cariños…
Se encoge el alma cuando vemos y oimos Pepe estas noticias y lo que más miedo me da, es que se haga costumbre y uno se vuelva inmune al dolor. Pido por que no sea así.
ResponderEliminarUn abrazo.
Triste playa la que nos cuentas hoy.
ResponderEliminarUn abrazo.
Has dado donde más duele; pero es la pura verdad, nues tros gobernantes, esto les importa poco.
ResponderEliminarUn abrazo
Mientras las brechas entre paises pobres y ricos sean tan amplias, mientras sean tan grandes las diferencias, siempre habrá desesperados buscando alcanzar con ilusión la promesa de un futuro mejor. Quizás sólo sean sueños, quizás muchas veces sean pesadillas.
ResponderEliminarDe noche la crecida esperanza
ResponderEliminarllevó su lastimero cuerpo a la playa,
poco tiempo duró la alabanza
por paraísos con tan altas atalayas.
Con lágrimas de impotencia grita
a los hombres asesinos de sus sueños,
le dijeron que su vida era también bendita
mentiras de los que del mundo son dueños.
Me uno a tu denuncia.
Un abrazo.
ibso
Estoy contigo, Pépe.
ResponderEliminarLa situación migratoria no es mucho mejor de este lado, cruzando el Atlántico. Es desasatroso que, cómo dices, estas muertes lamentables se hayan convertido en algo que se merge con el discurrir de los días.
Un abrazo.
Reivindicativo e ilustrado texto. Es playa tuya de aguas que huelen a camposanto, pero que bañan arenas podridas.
ResponderEliminarUn abrazo
La magnitud del frama es brutal, por lo poco wue nos llega. El moso en que se juega con las ilusiones de personas a las que se trata como si no lo fueran.
ResponderEliminarLo peor es que no tiene pinta de que este problema se tome en serio.
Abrazos, amigo.
Playa no apta para el baño. Duele la indiferencia que lo que cuentas nos pueda provocar. Abrazos
ResponderEliminarMuy triste realidad como ya he dicho antes en el relato de Rosa que también trataba sobre este desolador tema. Pierden la vida o casi la pierden buscando El dorado, y qué Dorado, es el que los recibe. Motivador relato. Un beso
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