Idolo: Persona o cosa amada o admirada con exaltación.
Idolatría: Amor excesivo
y vehemente a alguien o algo
Todos los seres humanos,
sin excepción, tenemos algo de húmedo barro en los cimientos. Eso nos hace
frágiles, vulnerables, inacabados, imperfectos. Con frecuencia sentimos
admiración, idolatramos a aquellos que poseen lo que nos falta, los convertimos
en ídolos, rendimos culto a su persona sin percatarnos que, al igual que
nosotros, tienen imperfecciones.
Personalmente no
creo en la conveniencia de los ídolos y niego su necesidad. Cuando idolatramos
a algo o a alguien, difuminamos su realidad, pues pasamos a no ser conscientes
de sus imperfecciones. Entramos en una especie de éxtasis bobalicón que nos
hace admirar sin condiciones, rendir pleitesía absoluta, sumergirnos en una
especie de limbo anestesiador, alejarnos
del raciocinio y la cordura.
No está reñido, al
menos eso pienso, mi descreimiento con respecto a los ídolos con la admiración
hacia aquellas cualidades que los convierten en sujetos de culto.
Pienso que
nuestra actitud ha de ser en primer lugar de aceptación, que no complacencia,
de nuestra propia realidad, de nuestras posibilidades y limitaciones y tomarlas
como punto de partida para esforzarnos en conseguir aquellas cualidades que admiramos
en los demás, que nos hagan un poco menos imperfectos, que añadan algo de
solidez a nuestros pies de barro.
Pienso, en
definitiva, que si han de existir ídolos, estos deberán ser los valores y no
las personas que los ostentan. Las personas merecen ser aceptadas como son, apreciando en ellas sus luces y sus sombras, lejos de innecesarias
idolatrías.
Más adoradores e idólatras en el blog de nuestra amiga Judith