Se levantó más temprano
que de costumbre. Era su sesenta y cinco cumpleaños. Necesitaba
saborear ese día, su último día, desde bien temprano. Se recreó
en el acicalamiento personal, eligió sus mejores prendas de vestir
y se dispuso a acudir a la cita con el trabajo por última vez.
Había vivido en muchas
ocasiones el momento de despedir a otros compañeros en su jubilación
y sabía lo que se avecinaba. El había participado gustosamente en
la ceremonia de la confusión, en el disimulo general, en ignorar
aparentemente que un compañero se jubilaba para sorprenderlo
finalmente con una comida homenaje, regalos y el reconocimiento, más
que merecido, a toda una vida al servicio de la empresa.
Avanzaba la mañana y el
teatro de la aparente indiferencia desarrollaba su función de una
forma impecable. Todos en sus tareas, la vista en las pantallas, un
día más, tedioso, rutinario, productivo. ¿Cuando se produciría el
momento de parar, de convertirlo a él en protagonista, de agasajarlo
como creía merecer?. Disimulaban bien, de eso no cabía la menor
duda.
La impaciencia ya hacía
rato que lo había convertido en un manojo de nervios en plena
ebullición. La manecilla de las tres, esa que iba a separar su vida
en un antes y un después, la que le otorgaba para siempre un gozoso
descanso, estaba próxima aunque el reloj avanzaba más lentamente
que nunca.
Llegó finalmente el
momento y nadie dijo nada, fueron desfilando hacia la calle,
apresuradamente como cada día y se quedó sólo. Aún esperaba la
sorpresa final, seguramente estarían fuera, en la calle, esperando
su salida. Se equivocaba una vez más. Fuera, esperándolo, tan sólo
la decepción, la frialdad más absoluta, el desencanto y la
sensación de que la crisis, la dichosa crisis, no solamente se había
llevado por delante empleos y derechos, sino que había traido con
ella la deshumanización, devastando valores como afecto, solidaridad
y compañerismo.
Más historias de cumpleaños y, por supuesto, más festivas, podeis encontrar en el blog de nuestro querido amigo
Alfredo
Aprovecho la ocasión para rendir un sincero homenaje a nuestro anfitrión en el séptimo cumpleaños de su blog
La Plaza del Diamante. Con el deseo de que su aventura bloguera, al igual que nuestra amistad, dure siempre.