Hoy me he llevado la agradable sorpresa de que el logo de Google en su página principal está dedicado a los patios cordobeses.
En spaces son muchas las entradas que he dedicado a mi ciudad y a sus manifestaciones culturales. Dado que aquí cuento con nuevos amigos, me ha parecido oportuno reeditar una entrada que hice en Mayo 2009, para acercar a ellos la realidad de una de las señas de identidad de mi ciudad, Córdoba. Algo de lo que presumimos y a lo que nos sentimos íntimamente ligados. Nuestros patios.
¿Qué decir de los patios de mi ciudad que no haya sido ya glosado y ensalzado por plumas mucho más autorizadas que la mía?
Me dejaré guiar por la pasión y tal vez así consiga llevar hasta vosotros la idea del patio cordobés desde una perspectiva personal e íntima, tal vez por ello algo idealizada, pero sincera y emanada de mis experiencias personales, puesto que viví en uno de estos patios hasta mi matrimonio con Toñi.
En Córdoba, a pesar de la desaparición paulatina y constante de los patios, quedan aún tantos que no se conoce el número exacto de ellos. No existe un inventario de una de las señas de identidad de nuestra ciudad.
Hagamos un poco de historia. Mínima historia porque no pretendo profundizar (ni sabría), en el aspecto arquitectónico del patio cordobés. Este tiene sus antecedentes en la vivienda romana y en la vivienda musulmana medieval.
Los siete siglos de dominación árabe, nos dejaron un pozo cultural importante. Aunque en la vivienda la mayoría de los conceptos arquitectónicos eran heredados, desarrollaron algunos elementos nuevos en la construcción como la doble galería que ha llegado hasta nuestros días y que aún se observa en muchos de nuestros patios.
Reconquistada Córdoba por Fernando III, los conquistadores se hacen con las mejores casas o compran propiedades adyacentes para construírselas. En estas construcciones se da la mezcolanza de estilos entre el gótico y el arte mudejar.
En estas casas monumentales, en las cuales se sigue conservando el patio, este es de tres tipos: El patio de recibo, el patio central y el jardín.
Dos buenos ejemplos de este tipo de casas solariegas en la actualidad son el palacio de los marqueses de Viana o la que hoy ocupa el Museo Arqueológico.
Pero me interesa mucho más destacar el patio como vivienda popular. Esta puede ser individual, o colectiva “casa de vecinos”.
La mayoría de los patios son de planta cuadrada, con arquerías en dos plantas, en todos o en alguno de los lados. Con galerías altas y balaustradas normalmente de madera, aunque también las hay de tabiquería de arcos o balaustradas de forja.
En cuanto a los soportes de esas galerías superiores, diferentes elementos: Pilastras, columnas, vigas de hierro, etc.
El suelo empedrado o terrizo aunque, consecuencia de los tiempos, el mármol, el terrazo, la cerámica, van sustituyendo a aquellos. En ellos, la fuente o el pozo como elemento casi imprescindible de un patio que se precie.
Hasta aquí, un poco a vuelapluma, la descripción del patio y su evolución arquitectónica.
Nada que los distinga especialmente de otros patios de similares características en todo el arco mediterráneo.
¿Qué distingue entonces a los patios cordobeses del resto? Sin lugar a dudas, dos elementos diferenciadores: La exuberancia floral que se observa en ellos y el estilo de vida de sus moradores.
Los recuerdos de mi vida en un patio, están profusamente salpicados de momentos únicos que han influido en ella..
Siempre me ha llenado de asombro el esmero, cuidado y dedicación destinado a mantener las flores durante todo el año. El riego diario, el aporte de tierra, el trasplante de macetas, el pintado de las mismas, la propagación por esquejes o injertos. Muchas horas de dedicación y esfuerzo destinadas a embellecer el patio, esperando su explosión de color en primavera.
Es una tarea común, como la de barrer y regar el patio o como la de encalar toda la casa con la llegada del buen tiempo, que hace del patio un espacio vertebrador, un espacio de convivencia.
En el patio de estas casas vecinales, la solidaridad siempre ha sido patente.
Recuerdo cómo mi madre estuvo amamantando durante todo el tiempo de lactancia, por aquellas fechas muy prolongado, a dos de los hijos de una vecina que no tenía leche.
O cómo cualquier vecino se quedaba con los niños de alguien que tenía que dejarlos circunstancialmente, o cómo a veces se hacía comida de más para algún vecino en apuros. O el celo con que se cuidaba de las personas enfermas, aunque no fueron los miembros de tu familia.
Recuerdo las noches de primavera y verano donde en el patio, espacio abierto, se favorecía la tertulia, al fresco de la noche, aromados por la vegetación que cubre sus paredes.
Así vemos cómo el patio era y sigue siendo en las casas vecinales, lugar propicio para la convivencia, para el encuentro, para el intercambio, para el afecto, para la solidaridad.
En el alma cordobesa, casi diría que formando parte de su carga genética, el amor por los patios, por nuestros patios, sigue estando presente.
Como complemento a esta entrada, he subido al blog un álbum de fotos con una serie de patios cordobeses. Espero que os guste.