EL DESPISTE
Apenas si había podido
conciliar el sueño. Dos escasas horas en brazos de Morfeo no
consiguieron alejar el embotamiento de mi mente ni el cansancio de
mi cuerpo. Habían sido meses de intenso trabajo, preparando la nueva
aplicación financiera para préstamos hipotecarios que hoy
presentaría a más de cien directores de oficina de nuestra Entidad
bancaria.
Después de un frugal
desayuno y una ducha rápida, estaba en condiciones de enfrentarme a
una audiencia especialmente cualificada. No podía fallar. No tenía
miedo escénico ya que no era la primera vez que exponía las
particularidades y entresijos de un nuevo producto financiero, pero
si que era presa de un cierto nerviosismo que me exigió una dosis
extra de concentración en aquello que importaba, hacer ver las
ventajas de la aplicación informática desarrollada, aislándome de
todo lo demás.
Comencé mi intervención
y a medida que avanzaba en la exposición veía como la sonrisa, los
murmullos y cuchicheos, no cesaban. Algo no encajaba. No lograba,
como en anteriores ocasiones, captar la plena atención de la nutrida
concurrencia. Terminé la misma con una sensación de fracaso, de
haber sido un poco el hazmerreir de mis compañeros.
De regreso a casa,
agotado y vencido, lo que menos podía imaginarme era la risotada que
soltó mi esposa al verme. Ella me aclaró, al fín, lo que todo el
día me había tenido intrigado, el motivo de las miradas burlescas,
de las conversaciones en voz baja, de los gestos de asombro. Me había
puesto la chaqueta de mi hijo, y al menos diez centímetros de camisa
asomaban por la bocamanga de esta, corta, muy corta de mangas y de
largo, y debido a su estrechez, abotonada con dificultad. Presentaba
un aspecto ciertamente ridículo. Aún me pregunto cómo pude estar
toda una mañana de trabajo, sin darme cuenta de esta circunstancia.
Un correo del director
general vino a proporcionarme un poco de autoestima y un mucho de
escarnio.
Un broche agridulce a una jornada ciertamente aciaga.
“Le felicito
sinceramente por la aplicación desarrollada que creemos nos
proporcionará muchas satisfacciones por su operatividad, claridad y
simpleza. Al mismo tiempo le sugiero, si es que aún no se ha dado
cuenta, que haría bien en cambiar de sastre”.
Mas relatos de nuestros compañeros de letras y sus despistes,
en este mismo blog, algo más abajo