TATUAJES
Sólo un nombre tatuado
en el brazo, Sara. Todavía recuerda como si fuera ayer, el día que
se lo tatuó. Fué el día en que cumplió 15 años. En plena
efervescencia juvenil, ya tuvo claro que la amaría para siempre, por
encima de todas las cosas, en cualquier circunstancia, más que a
nadie, más que a nada. Era tan guapa, tan tierna, tan dulce, que
quiso dejar plasmada en la piel toda la admiración que sentía hacia
ella. Hoy, justo el día en que cumple 60 años, fatua, engreida,
enamorada de sí misma, desubicada del tiempo y del espacio,
orgullosa, se mira al espejo y no repara en las arrugas de su piel ni
en las cicatrices del alma que la vida le ha ido dejando. Sigue
viendo reflejada en el espejo, el tiempo detenido, aquella niña de
15 años de la que siempre estuvo enamorada. Ella misma.
Más y mejores historias sobre tatuajes en el blog de nuestro anfitrión, Gustavo
El mejor sentimiento es hacia uno mismo, bello relato
ResponderEliminarUn abrazo
Es bueno quererse a uno mismo, a partir de ahí a los demâs. Y tener presente a nuestra niña o niño interior, ni te cuento.
ResponderEliminarUn abrazo, Pepe
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarWomm !!
ResponderEliminarquien iba a creer que dejar tatuado en su propia piel su propropio nombre como para nunca olvidarse de si misma
y asi hacer saber a los otros quien es la persona mas importante para ella , ella misma, admiro su autoestima Un abrazo
ResponderEliminarJe, hay narcisos que sostienen toda una vida ese fatuo autoenamoramiento. Buen relato. Pepe, inesperada conclusion. Un abrazo
ResponderEliminarConforme crecemos perdemos cierta esencia pura por eso creo que hay que cuidar siempre al niño que tenemos dentro, aunque por fuera seamos una pasa y un montón de defectos.
ResponderEliminarUn beso.
Inesperado final, un relato excelente y lleno de ironía porque nos lleva a algo que ya sabemos pero que nunca esperamos.
ResponderEliminarFenómeno.
El amor a uno mismo es lo principal
ResponderEliminarSaludos