Desde los albores de la
humanidad, desde los primeros pasos del hombre sobre el Planeta
Tierra, este ha luchado por dominar y domesticar a la
Naturaleza, por hacerla suya, por ponerla al servicio de sus
intereses
En la legítima
aspiración humana al confort y la comodidad, hemos utilizado los
recursos naturales, esos que la Naturaleza nos ofrece generosa, de
una forma bastarda y desleal, la hemos maltratado, ignorado, hemos
equivocado el camino de la convivencia, el de la coexistencia
enriquecedora y continuamente estamos creando las condiciones hacia
su agotamiento y aniquilación total. Le damos el trato que se le
dispensa a una mala madrastra, a la que siempre ha sido una generosa
madre.
Las grandes masas
forestales desaparecen, erosionando y desertizando la tierra, el aire
se contamina, la atmósfera se enrarece y calienta, los hielos
perpetuos dejan de serlo con el consiguiente aumento del nivel de las
aguas, el fuego, provocado la mayoría de las veces, en su avidez,
arrasa con toda forma de vida, vegetal o animal que se encuentre al
paso.
Los rios, mares y oceános son colonizados por una nueva fauna fruto de la acción humana, una marea química y plástica, inmune al paso del tiempo que se incorpora a la cadena alimentaria de sus legítimos moradores.
La acción de la lluvia,
que debería ser siempre beneficiosa, cada vez con mayor frecuencia
es dañina y perjudicial. El agua, sobre la tierra esquilmada,
erosionada, busca, como lo ha hecho siempre, su camino, ese camino de
siglos, de milenios, trazado con infinita paciencia y que ahora se
encuentra a menudo salpicado de construcciones humanas, fruto de la
inconsciencia cuando no de la codicia sin escrúpulos. De esta forma,
lo que debería ser fuente de fertilidad y vida, lo es de
destrucción y muerte.
Esa, y no otra, es la
verdadera catástrofe natural, la catástrofe de dimensiones
planetarias que el hombre, con su soberbia, con su ambición
desmedida, con su ceguera suicida, está provocando como un mal hijo y peor inquilino,
en la casa común que nos da cobijo pero que es patrimonio de todos
los seres vivos.
El propio hombre es una catástrofe natural.
ResponderEliminarSaludos
En realidad, nosotros, tan recientes en la evolución, somos los auténticos desastres naturales. Nos cargamos el planeta como si fuera nuestro, sin tener recambio, además. Necedad humana.
ResponderEliminarUn abrazo
Creo que ha quedado bien claro con tu amplia e informativa aportación el culpable de todo lo que ocurre es el hombre , su egoísmo y sus malas artes hace que la madre de todos se enfade y nos castigue fuertemente .
ResponderEliminarUn Abrazo y feliz noche.
Aquí se puede aplicar el dicho de dar perlas a los cerdos, realmente amigo no nos la merecemos. Muy buen relato que lleva a reflexionar, besos.
ResponderEliminarVeraces y sabias tus letras que nos llevan a la reflexión, ante un mundo que, tristemente, se nos va de las manos…
ResponderEliminarUn placer leerte, Pepe.
Un abrazo.
La catástrofe natural es la actuación que el género humano tiene ante la madre natura, llegando a cambiar sus ciclos y encima el propio perjudicado es el género humano.
ResponderEliminarEstamos abocados a un trágico final.
Tal vez estemos a tiempo de tomar conciencia y desviar el destino de nuestra propia destrucción. Muy certero tu mensaje, Pepe. Un abrazo
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo. Tus palabras debían de ser leídas a diario por loa políticos, y nosotros dejar de confiar ene ellos y mirar hacia la tierra con respeto y amor.
ResponderEliminarUn placer leer textos como éste.
Muy bueno tu relato. Expone una gran realidad con la que estoy muy de acuerdo. Me ha encantado tu forma de escribir.
ResponderEliminarUn beso.
La Naturaleza es paciente hasta que se le hinchan las narices y, entonces, no tiene enemigo pequeño.
ResponderEliminarUn beso enorme y gracias por la iniciativa.
Espero que la naturaleza, como buena madre, sepa arreglar todo.
ResponderEliminarAbrazo natural.
Confio en la inmensa sabiduria de la naturaleza mas que en la propia. Sabias palabras Pepe
ResponderEliminarGracias por la convocatoria y abrazo fuerte
No hacemos nada para remediar tanto desastre, actuamos sin pensar en lo que nuestros actos suponen en la naturaleza. Ella nos habla pero no escuchamos, ojalá reconduzcamos y cambiemos.
ResponderEliminarBesos.