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31 de agosto de 2010

Crónica de nuestras andanzas por tierras cántabras y astures

Toñi, Gó y yo.

Esta pasada semana, del 22 al 29 de Agosto, de una forma frenética, con jornadas maratonianas, sin apenas tiempo para el descanso y la relajación, hemos cumplido con un sueño largamente acariciado. Eran muchos lugares a visitar, paisajes a disfrutar, monumentos que contemplar y para todo ello, muchos kilómetros a recorrer y poco tiempo para hacerlo.

Cantabria y Asturias se nos ofrecían generosas con todo su esplendor y majestuosidad, con toda su grandeza., con su historia, sus costumbres, su gastronomía, su folclore, sus monasterios e iglesias, sus valles y montañas, paisajes  asomados al mar o encumbrados a los gigantescos macizos de los picos de Europa.

Lamentablemente, la escasez del tiempo sólo nos ha permitido asomarnos mínimamente a tanta belleza.
En Cantabria, una visita a Santander, su capital, nos permitió deleitarnos con el empaque señorial del paseo de Pereda, al encanto de la playa del Sardinero o disfrutar de la extensa península de la Magdalena, asomada al cantábrico y en ella, del magnífico Palacio de la Magdalena, antaño residencia real y en la actualidad sede de los prestigiosos cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo.

Poblaciones como Santillana del Mar, Torrelavega, Castro Urdiales, Laredo, Comillas, Potes, Fuente Dé, dejaron en nuestra retina semblanzas góticas, románicas, neogóticas, incluso la huella modernista de algunos arquitectos catalanes.

Impresionante fue en la comarca de Liébana, nuestro paso en autocar por el desfiladero de la Hermida, que discurre junto al río Deva entre paredes de alturas en algunos casos superiores a los 600 metros y de una agobiante  estrechez en la mayoría de sus 21 kilómetros de recorrido. Más impresionante aún, si cabe, la subida en el telesférico en Fuente Dé.  que nos elevó desde la cota de los 1100 metros hasta los 1800, en pleno Macizo Central de los Picos de Europa.

Pasamos también una jornada muy agradable en nuestra visita al Parque de la Naturaleza de Cabárceno, antigua mina a cielo abierto, que en su roturado paisaje de origen karstico de 750 Hectáreas alberga más de un centenar de especies animales en semilibertad.

Abandonamos Cantabria para desplazarnos a Asturias. Desde nuestro alojamiento en Gijón, ciudades como Oviedo, Avilés, la propia Gijón, nos permitieron recrearnos con lo mejor de sus calles, plazas  y monumentos. Por destacar algo de cada una de estas poblaciones, mencionar el entorno histórico del barrio de Cimadevilla en Gijón, la hermosa Catedral de Oviedo, o la iglesia de Santo Tomás de Cantérburry en Avilés.

Especial mención merece nuestra visita a la Santina, Nuestra Señora de Covadonga, imagen venerada por todos los asturianos.

He dejado para el final, por ser lo más importante, la enorme carga afectiva y emocional que este viaje ha tenido para Toñi y para mí.

En nuestra visita a Cantabria, nos esperaba el encuentro con una amiga a la que habíamos aprendido a querer a través de sus escritos, de sus comentarios, de sus manifestaciones de amistad y afecto hacia nosotros. Sus entradas son fiel reflejo de lo que ella es.  Persona sensible, tierna, afectiva, con una enorme vida interior, imaginativa, creativa, amiga de sus amigos y humana, tremendamente humana. Y el soñado encuentro con Gó, nuestra amiga del alma, no nos defraudó, sino todo lo contrario. Nuestra amistad, salió reforzada con las escasísimas cuatro horas que pudimos disfrutar de su compañía.

Aunque solamente fuera por esos momentos, nuestro viaje a Cantabria habría estado más que justificado. Gracias Gó, por todas tus atenciones. Nos encontraremos de nuevo lo antes posible, paseando por los rincones de tu hermosa ciudad.

En Gijón también nos esperaba un deseado encuentro. Allí reside Carlos, nuestro sobrino. Llevábamos sin verlo más de cinco años, desde antes del nacimiento de su hija Isa,  y pasamos un par de horas que nos supo a gloria, a pesar de su brevedad.

También nos desplazamos a Avilés, en visita no programada por la agencia, lugar donde nuestra amiga Luci que nos acompañaba en el viaje, vivió durante quince años desde su más tierna infancia hasta su adolescencia, y al cual no había vuelto desde entonces. Disfrutamos con su emoción nada contenida, con sus recuerdos,  con su reencuentro con los lugares que la vieron crecer.

Lamento la extensión de esta entrada, pero no he encontrado forma de resumir una semana tan intensa como la vivida. Semana que me apetecía sobremanera compartirla con vosotros, mis amigos.

20 de agosto de 2010

Una convocatioria literaria. Este jueves un relato. HISTORIAS PARA NO DORMIR

Sin apenas tiempo, aprovechando este día en casa antes de salir para tierras astures y cántabras, no me resisto a acudir a la convocatoria de los jueves.He aquí mi relato.

Era un día tormentoso. Confortablemente instalados dentro de casa, con el ruido de fondo de los truenos y de la intensa lluvia, con el exterior iluminado intermitentemente por los rayos, terminada ya la cena, cada uno de nosotros se afanaba en las tareas cotidianas.

Nuestros tres hijos mayores, ultimando los deberes antes de irse a la cama, Toñi y yo recogiendo la cocina y el pequeñín…. el pequeñín no estaba. ¡Saltaron todas las alarmas!.

Hacía sólo un momento que lo habíamos visto correteando por el pasillo de la casa y de pronto, repentinamente, había desaparecido.

Comenzamos por mirar en todas las habitaciones. Debajo de las camas, detrás de las cortinas, dentro de los armarios,… no estaba. A pesar de que las terrazas tenían las persianas bajadas, las subimos, abrimos los cierres de cristal pero no estaba.

Miramos dentro de los armarios cerrados con llave, pero no, el pequeño no estaba.

Nuestra desesperación iba en aumento. Salimos al descansillo de la escalera, pero ni rastro del pequeño. Subimos a la terraza del edificio a la cual no se puede acceder sin llave, pero, naturalmente, no estaba.

La inquietud y el miedo se iba apoderando de nosotros, haciendo que nuestro comportamiento fuera por momentos errático, irracional  y falto de sentido.

Bajamos al jardín, rodeamos dos o tres veces el edificio bajo la lluvia, con la esperanza de verlo aparecer en cualquier momento. Nada.

Al borde de una crisis de ansiedad, presos de los nervios, a punto de llamar a la policía, imaginando la existencia de fuerzas maléficas o seres extraterrestres, el sonido del timbre en nuestra puerta nos disparó hacia ella de una manera fulminante.

Abrimos y allí estaba, del brazo de María Fernanda y su hermana Moni, dos vecinitas algo mayores que Alejandro, nuestro pequeño.

Al parecer, había conseguido abrir la puerta del piso, (cosa que nunca antes había hecho)  y coincidió con ellas que inocentemente se lo llevaron a su casa para jugar. A su madre le dijeron que nosotros lo sabíamos.

No me pude contener. Le dí un cachete tan intenso, como los innumerables besos y abrazos que le dí a a continuación. Ha sido la única ocasión en que le he dado un cachete a uno de mis hijos, y aún me duele.

Como veis, fue una historia para no dormir….. con final feliz.




Mas historias inquietantes para no dormir en el blog de GUS