Felicitación navideña 2020

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Creación de Mónica (Neogéminis)

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27 de mayo de 2010

Un viaje en el tiempo ¡este jueves un relato!


Seis de la mañana. Vuelvo a casa solo y cansado. La noche ha sido agotadora celebrando mi despedida de soltero.

Absorto en mis pensamientos, repaso mi situación actual. No tengo motivos para quejarme. Un buen trabajo, independencia económica, juventud, una preciosa novia, una boda cercana y un proyecto de vida en común que me satisface.

Sin embargo, no soy del todo feliz. Noto que me falta algo, que son muchas las cosas que me faltan por vivir, muchas las experiencias a las que voy a tener que renunciar por las necesarias ataduras impuestas como contrapartida a una vida ordenada y estable. Un trabajo fijo, una esposa, unos hijos, una consideración social, todo aquello que se supone se corresponde con la idea de “un hombre de bien”.

Cae una ligera llovizna. La niebla se ha apoderado de la calle y se ha vuelto tan densa que se podría cortar con un cuchillo. Avanzo casi a tientas, por miedo a tropezar y caer.

Repentinamente, la claridad ha sustituido la niebla. Asombrado miro a mi alrededor. Reconozco la calle en la que me encuentro, pero tengo la certeza de que nunca antes la había visto, los rótulos de los comercios escritos en un idioma que domino aunque estoy seguro de no haberlo hablado nunca, las personas con las que me cruzo me resultan familiares a pesar de que tengo la seguridad de ser la primera vez que los veo.

Paulatinamente, la luz se va abriendo en mi interior, hasta que acabo reconociéndome  en ese ambiente, asumiéndolo como el mío, el de toda la vida. Mis aficiones, mis calles, mis gentes. Y sigo caminando con determinación y sin ninguna duda, a mi estudio de pintor, a vivir la vida que siempre estuvo ahí, aguardando un gesto de coraje y determinación por mi parte.

En algún lugar, en otra dimensión, en un mundo paralelo, a la misma hora, un joven enamorado y feliz, retorna de su despedida de soltero, en una noche algo lluviosa donde reina una espesa niebla. Va soñando con su boda, con los hijos que vendrán, con un futuro común junto a la mujer de su vida. En su cara se dibuja una hermosa sonrisa.

Mas viajes en el tiempo y más mundos paralelos, en el blog de GUS

19 de mayo de 2010

Historias alrededor de una taza de café ¡Este jueves, un relato!

Mas historias alrededor de una taza de café en el blog de GUS

En esta ocasión, Gustavo nos propone como tema, historias alrededor de una taza de café.

Por esta vez, no voy a incorporar nada de mi cosecha a los jueves un relato. Me resulta mucho más enriquecedor aportar el poema que mi joven amigo Fran dedicó a su amigo Sergio. En él se pone de manifiesto cómo en las cosas más sencillas, más cotidianas de la vida, como es una taza humeante de café, está presente la indeleble huella de los que se fueron.
No creo que se pueda decir más, ni más hondamente sentido, con tan pocos elementos. Gracias siempre, Fran.

Bajo la nata flotante circunscrita
al torpe labrado curvo
de esta taza made in china,
reposa líquido, olvidando
el repicar de la cuchara,
tu nombre, tu rostro,
tu palabra,
Sergio.

16 de mayo de 2010

Sentimiento rociero

Imagen obtenida de www.rociocordoba.org


El jueves pasado jueves, día 13, la Hermandad del Rocio de Córdoba, mi hermandad, partió de nuevo, un año más, al encuentro con la Pastora de Almonte, a rendirle pleitesía a Nuestra Señora la Virgen del Rocío.
Durante nueve días de camino por campiñas, por pinares, por arenas, se irán acercando en duro peregrinar a la aldea del Rocío, donde les espera la Señora.

De todas las Hermandades que en estos días peregrinan hasta la aldea almonteña, La Hermandad cordobesa tiene el privilegio de hacer el camino más largo  y lo hacen cantando, bailando, rezando, embargados y unidos por un sentimiento común. La devoción y el amor a la Virgen del Rocío. 

Por motivaciones personales, llevo tres años sin acudir a la cita con la Virgen en la madrugada del lunes de Pentecostés, pero no puedo evitar en estos días que el corazón se me vaya peregrinando detrás del Sinpecado cordobés. 

Sirva esta modesta entrada, este poema, como homenaje a mis amigos rocieros, poseedores de una fé, de una forma de religiosidad difícil de explicar para aquel que desde fuera contempla atónito, esta multitudinaria romería hasta el santuario de Nuestra Señora del Rocío, envuelta en cantes y bailes por sevillanas, en fiestas y jaranas, que no dejan vislumbrar la devoción mariana que reina en los corazones de los rocieros.

ROCIEROS CORDOBESES

Hoy comienzan sus noches de camino,
hoy se sientan en torno a las candelas,
hoy comparten el pan, también el vino,
hoy se mezclan sus cantes, mientras velan.

Nueve jornadas de duro caminar pensando,
que cada paso los acerca a la Señora,
nueve días, nueve noches, nueve auroras
y un año entero, que llevan esperando.

Escoltando la carreta del sinpecado,
jinetes ataviados de corto, caballeros,
preciosas amazonas, romeras y romeros.

Peregrinos que marchan con amor renovado,
de Córdoba al Rocío, por ver a la Pastora,
Por postrarse a las plantas de la Blanca Paloma.
Pepe

13 de mayo de 2010

Nombres ¡Este jueves, un relato!

Todas las civilizaciones han tenido, tienen y me temo que tendrán, la manía de clasificar, de identificar, de diferenciar a los individuos que las forman. De ahí lo del nombre. Aunque no es un elemento muy diferenciador que digamos. Pongamos por ejemplo el nombre de José. ¿Cuántos Josés existirán en el mundo?. Como este sistema no les funciona, incorporaron los apellidos y, con posterioridad números para cualquier actividad. DNI número tal, socio número cual, empleado número…, y así hasta el infinito. Dichosa manía la de tenernos diferenciados, cuando luego todos los esfuerzos van encaminados a la uniformidad y al aborregamiento.

No hay nada de original en los nombres. Me temo que están todos inventados y su adjudicación obedece a razones tan peregrinas como las ideas políticas de los progenitores, sus gustos musicales, deportivos o cinéfilos, el recuerdo a sus antepasados inmediatos como abuelos o bisabuelos, cuando no son producto de intentar agradar a padrinos o familiares más o menos allegados. Un auténtico disparate.

Yo recibí el nombre de José, creo que en memoria de mi abuelo al que lamentablemente no llegué ni a conocer. Confieso que no me desagrada. Padre de Jesús, con un oficio creativo, laborioso, patriarca de una familia cristiana, bueno en realidad la primera familia cristiana. Pero he de decir que nadie me lo llama. Soy conocido por Pepe y eso me gusta. Menos formal, más coloquial y entrañable, como dice una coplilla, lo de Pepe se pega a los labios. Pero….. siempre hay un pero.

Desde que me enteré que Pepe significa Padre putativo, estoy que trino.

Putativo según el DRAE, significa “Reputado o tenido por padre, NO SIENDOLO.

Por ahí sí que no paso. Estoy dispuesto a hacerme las correspondientes pruebas de ADN, que certifiquen que los cuatro, repito, cuatro hijos que he criado, educado, mimado, reñido, por los que me he desvivido, fruto de mi matrimonio, son míos no solamente por haberles procurado todas estas cosas, sino por haberlos engendrado. ¡Faltaría más!.

Y encima, por si esto no fuera suficiente, la abreviatura de Pater Putatibus es PP, que coincide con las siglas de un partido político con el que no me une ninguna afinidad.

Así que, si quiero seguir siendo Pepe, como hasta ahora, tendré que hacerme un lavado de cerebro para no tener en cuenta estas lamentables implicaciones.

Más relatos en el blog de GUS

10 de mayo de 2010

Haikus para La Sultana

Imágenes obtenidas de Internet
 
Bajo las lomas,
Córdoba despereza.
El sol se asoma.


Imagen obtenida de internet
 
Córdoba dejas,
Guadalquivir llorando,
lleno de pena.


 Imagen obtenida de Internet

Puente romano.
Mezquita y Calahorra,
te dan la mano.




Imagen obtenida de Internet
 
Serena calma.
Plaza de Capuchinos,
de madrugada.




Imagenes obtenidas de Internet

 
Perfumándote,
Patio de los Naranjos,
estrellas blancas.

6 de mayo de 2010

REGRESO, ¡Este jueves, un relato!

He soñado muchas veces con este momento. Veinte años de alejamiento involuntario, desplazado por motivos laborales al otro lado del mundo, son demasiados años. Lejos de mi familia, de mis amigos, de mis añorados paisajes de sierra y de campiña, los que me vieron correr, jugar, crecer, enamorarme. Lejos de las blancas fachadas, de las empinadas y retorcidas  calles de mi pueblo… son demasiados años.

A medida que el autocar se adentra en Andalucía buscando tierras cordobesas, va creciendo mi ilusión y mi inquietud. Ilusión por abrazar a mis padres, a mis amigos. Inquietud porque la distancia kilométrica, a menudo, establece también la lejanía afectiva.

A lo lejos, distingo las primeras casas. A nuestra derecha, el arroyo que discurre por la linde del pueblo me acarrea la primera decepción. Mis recuerdos me traen imágenes de sauces llorones, de zarzamoras, de juncos,  de un estrecho camino de tierra en su margen con bancos de madera, iluminado por bellas farolas de hierro fundido, pero me encuentro con un amplio paseo enlosado, con bancos modernos de acero al igual que las farolas. Los sauces desaparecidos y las zarzas, sustituidas por taludes de césped con algunas manchas de romero.

Ya el autocar circula  por  las primeras calles del pueblo. Atrás han quedado algunos polígonos industriales de nuevo cuño. En mi interior, sigue agrietándose la vieja y añorada fotografía. Las pocas casas que aún quedan, luminosas de cal en mi recuerdo, con el pequeño huerto o el jardín en la parte trasera, ven ahora cubiertas  sus fachadas de azulejos, lo que las asemeja a enormes cuartos de baño. Los huertos y jardines han pasado a ser espacio asfaltado y parcialmente cubierto para cumplir funciones de cochera. El espacio urbano está dominado ahora por un panorama de bloques uniformes, fríos y carentes de personalidad.

Por fin, el autocar estaciona en la parada final. Esperándome, mis padres y también mis amigos de siempre. Abrazos, besos, muestras de cariño de todo tipo, bromas y algunos llantos. También en ellos, como en mí, como en el paisaje, ha hecho mella el tiempo. Sin embargo, el cariño recibido me hace pensar que a veces, para los sentimientos, los afectos, la profunda vinculación con los auténticos amigos, no existe el regreso porque nunca hubo una partida. Que tras la evidencia de los cambios físicos existe una íntima empatía, una comunión que no cambia, para la que veinte años son apenas un momento. Veinte años no siempre es mucho tiempo.

Pepe.


Advierto que cualquier parecido con mi realidad, en esta ocasión, es pura coincidencia. Soy urbanita y salvo vacaciones y dos años vividos en Alcalá de Henares (Madrid), siempre he vivido cerca de mi familia y mis amigos.

Más relatos en el blog de GUS

5 de mayo de 2010

Los patios cordobeses





Hoy me he llevado la agradable sorpresa de que el logo de Google en su página principal está dedicado a los patios cordobeses.
En spaces son muchas las entradas que he dedicado a mi ciudad y a sus manifestaciones culturales. Dado que aquí cuento con nuevos amigos, me ha parecido oportuno reeditar una entrada que hice en Mayo 2009, para acercar a ellos la realidad de una de las señas de identidad de mi ciudad, Córdoba. Algo de lo que presumimos y a lo que nos sentimos íntimamente ligados. Nuestros patios.


¿Qué decir de los patios de mi ciudad que no haya sido ya glosado y ensalzado por plumas mucho más autorizadas que la mía?

Me dejaré guiar por la pasión y tal vez así consiga llevar hasta vosotros la idea del patio cordobés desde una perspectiva personal e íntima, tal vez por ello algo idealizada, pero sincera y emanada de mis experiencias personales, puesto que viví en uno de estos patios hasta mi matrimonio con Toñi.

En Córdoba, a pesar de la desaparición paulatina y constante de los patios, quedan aún tantos que no se conoce el número exacto de ellos. No existe un inventario de una de las señas de identidad de nuestra ciudad.

Hagamos un poco de historia. Mínima historia porque no pretendo profundizar (ni sabría), en el aspecto arquitectónico del patio cordobés. Este tiene sus antecedentes en la vivienda romana y en la vivienda musulmana medieval.

Los siete siglos de dominación árabe, nos dejaron un pozo cultural importante. Aunque en la vivienda la mayoría de los conceptos arquitectónicos eran heredados, desarrollaron algunos elementos nuevos en la construcción como la doble galería que ha llegado hasta nuestros días y que aún se observa en muchos de nuestros patios.

Reconquistada Córdoba por Fernando III, los conquistadores se hacen con las mejores casas o compran propiedades adyacentes para construírselas. En estas construcciones se da la mezcolanza de estilos entre el gótico y el arte mudejar.

En estas casas monumentales, en las cuales se sigue conservando el patio, este es de tres tipos: El patio de recibo, el patio central y el jardín.

Dos buenos ejemplos de este tipo de casas solariegas en la actualidad son el palacio de los marqueses de Viana o la que hoy ocupa el Museo Arqueológico.

Pero me interesa mucho más destacar el patio como vivienda popular. Esta puede ser individual, o colectiva “casa de vecinos”.

La mayoría de los patios son de planta cuadrada, con arquerías en dos plantas, en todos o en alguno de los lados. Con galerías altas y balaustradas normalmente de madera, aunque también las hay de tabiquería de arcos o balaustradas de forja.

En cuanto a los soportes de esas galerías superiores, diferentes elementos: Pilastras, columnas, vigas de hierro, etc.

El suelo empedrado o terrizo aunque, consecuencia de los tiempos, el mármol, el terrazo, la cerámica, van sustituyendo a aquellos. En ellos, la fuente o el pozo como elemento casi imprescindible de un patio que se precie.

Hasta aquí, un poco a vuelapluma, la descripción del patio y su evolución arquitectónica.

Nada que los distinga especialmente de otros patios de similares características en todo el arco mediterráneo.

¿Qué distingue entonces a los patios cordobeses del resto? Sin lugar a dudas, dos elementos diferenciadores: La exuberancia floral que se observa en ellos y el estilo de vida de sus moradores.

Los recuerdos de mi vida en un patio, están profusamente salpicados de momentos únicos que han influido en ella..

Siempre me ha llenado de asombro el esmero, cuidado y dedicación destinado a mantener las flores durante todo el año. El riego diario, el aporte de tierra, el trasplante de macetas, el pintado de las mismas, la propagación por esquejes o injertos. Muchas horas de dedicación y esfuerzo destinadas a embellecer el patio, esperando su explosión de color en primavera.

Es una tarea común, como la de barrer y regar el patio o como la de encalar toda la casa con la llegada del buen tiempo, que hace del patio un espacio vertebrador, un espacio de convivencia.

En el patio de estas casas vecinales, la solidaridad siempre ha sido patente.

Recuerdo cómo mi madre estuvo amamantando durante todo el tiempo de lactancia, por aquellas fechas muy prolongado, a dos de los hijos de una vecina que no tenía leche.

O cómo cualquier vecino se quedaba con los niños de alguien que tenía que dejarlos circunstancialmente, o cómo a veces se hacía comida de más para algún vecino en apuros. O el celo con que se cuidaba de las personas enfermas, aunque no fueron los miembros de tu familia.

Recuerdo las noches de primavera y verano donde en el patio, espacio abierto, se favorecía la tertulia, al fresco de la noche, aromados por la vegetación que cubre sus paredes.

Así vemos cómo el patio era y sigue siendo en las casas vecinales, lugar propicio para la convivencia, para el encuentro, para el intercambio, para el afecto, para la solidaridad.

En el alma cordobesa, casi diría que formando parte de su carga genética, el amor por los patios, por nuestros patios, sigue estando presente.

Como complemento a esta entrada, he subido al blog un álbum de fotos con una serie de patios cordobeses. Espero que os guste.

2 de mayo de 2010