Cuatro años ya. Ni en la peor de sus
pesadillas pudo soñar un presente tan lacerante, tan inhumano, tan trágico,
unas circunstancias tan adversas como las actuales.
¿Cómo había sido posible en tan corto espacio
temporal tamaño deterioro?. Estaba muy
presente aún otra situación personal completamente distinta. Un buen trabajo,
una vivienda confortable, coche, vacaciones en la playa, salidas a cenar con los amigos, eran cosas que conformaban su universo
cotidiano. Un universo tan aparentemente estable y sólido que nunca pudo
imaginar perecedero. Aquilatar minuciosamente el capítulo de gastos, por el
contrario, era una actividad que le
resultaba completamente ajena por innecesaria.
Un expediente de regulación de empleo y la imposibilidad a pesar de sus esfuerzos de encontrar un puesto de trabajo, cualquier puesto de trabajo, lo abocaron a su lamentable presente. Una vez agotado el subsidio de desempleo, comenzó la sangría lenta pero constante de sus ahorros. Sus hábitos sufrieron un cambio radical. Adios a vacaciones, salidas con los amigos, adiós al coche, adiós en definitiva a todo lo prescindible por superfluo.
Un expediente de regulación de empleo y la imposibilidad a pesar de sus esfuerzos de encontrar un puesto de trabajo, cualquier puesto de trabajo, lo abocaron a su lamentable presente. Una vez agotado el subsidio de desempleo, comenzó la sangría lenta pero constante de sus ahorros. Sus hábitos sufrieron un cambio radical. Adios a vacaciones, salidas con los amigos, adiós al coche, adiós en definitiva a todo lo prescindible por superfluo.
Apenas podía dormir. Sus insomnios y estados
febriles, eran cada vez más frecuentes, motivados no por el oro, sino por la ausencia
de este. Un procedimiento de embargo amenazaba con dejarle sin el último
vestigio de una forma de vida ya pasada. Su propia vivienda corría el riesgo de
dejar de pertenecerle. Apenas quedaba un mes para el procedimiento ejecutivo de
desalojo, eufemismo para edulcorar el hecho de ser arrojado a la calle.
Buscaba ahora, en la venta de las joyas
familiares, aquellas que tantos recuerdos le traían de sus mayores, un respiro,tal
vez la última oportunidad, un momentáneo
alivio a su asfixia económica, ganar un tiempo para seguir buscando trabajo, hacer
remitir algo, gracias al oro, ese estado
de febril ansiedad que lo estaba consumiendo.
Un caso más. El oro, ese envilecido metal y
todo lo que representa, está desembocando en una sociedad enferma con demasiados individuos febriles, tantos, que
amenazan con hacer estallar esa misma sociedad.
Más historias impregnadas por la fiebre del oro en el blog del amigo Juan Carlos
El trabajo dignifica al hombre y cuando se pierde el trabajo y no se encuentra otro, creo que es el inicio de fin de una vida. Que una cosa es el afán de tener superflúas y otra muy distinta el tener lo imprescindible para vivir, como creo que es una casa.
ResponderEliminarBuena reflexión, Pepe.
Bss.
Desgraciadamente tu relato es tan real... que se encoge el alma al leerlo.
ResponderEliminarUna realidad tan cotidiana y repetida, que su sola lectura, encoge el corazón.
ResponderEliminarY todo por que han sido ellos, los responsables de este drama, los que han vivido por encima de nuestras posibilidades.
Tan bien escrito, como doloroso y real.
Un abrazo.
Muy buena y propicia tu reflexión amigo Pepe!!!
ResponderEliminaray, Pepe,me ha pellizcado la realidad en tu relato.
ResponderEliminarabrazo
La pena es que no es un caso aislado, de serlo sería tan fácil buscarle solución, es tremendo hasta donde se está llegando, no se ve la salida en este tunel largo y negro.
ResponderEliminarUn abrazo junto a un deseo esperanzador.
Parece increíble que el destino de una persona esté a merced de ajenos que especulan y manipulan a la sociedad en función de su propio beneficio. Las crissi no vienen solas, no surgen porque sí, y siempre hay alguien que de ellas saca provecho.
ResponderEliminarContundente tu historia, Pepe.
Un abrazo
Lo peor de la situación es que los que la han provocado siguen viviendo cada día mejor. Lacerante relato por lo real y cercano que lo estamos viendo día a día.
ResponderEliminarUn beso.
Triste realidad contada con toda la crudeza y con "cariño" hacia el protagonista. Me ha encogido el álma, ojala pronto empecemos a remontar.
ResponderEliminarUn abrazo.
te voy a contar un cuento, pepe:
ResponderEliminardesde que me quedé en el paro, tuve claro una cosa: papá vive, cobra una pensión: vivo de él y del estado.
desde que me quedé en paro, sólo he buscado trabajo de vendimiador.
desde que me quedé en el paro, me prometí no mirar hacia adelante, por que si lo hago, la ventana mental es muy muy...
te voy a contar un cuento, pepe:
un beso entero.
Una pena. Hemos coincidido, tienes razón Pepe en nuestra visión de la fiebre del oro. Hay tanta pobre gente que nunca hubieran pensado que se les acabara el trabajo, y su vida tan como la habían vivido hasta ahora; pero que es la cruda realidad.
ResponderEliminarUn abrazo
Pepe! Que así es, cuando se pierde el trabajo, se pierde mucho mas que ello y se hace cualquier cosa por subsistir, es una realidad tan cruel, porque como dice Mar, el trabajo dignifica y sin esa identidad se comienza a rifar todo y de ahi lo que se llama, merte en vida.
ResponderEliminarUn abrazo:)
Buf! Tremenda la historia y por desgracia tan habitual! Bs.
ResponderEliminarEs un problema grave, siempre hemos pensado que la vida era progreso, vivimos mejor que nuestros padres, nuestros hijos iban a vivir mejo que nosotros y toso se ha truncado. Vemos invrédulos como los hábitos de vida se deterioran y dudamos que nuestros hijos puedan tener una vida tan simple como nosotos.
ResponderEliminarAhí me lleva tu relato, tan actual y triste.
Un abrazo, amigo.
Has puesto en letras una cruda realidad. Tener una vida edificada para luego verla derrumbar tragicamente, ha de ser desolador. Un relato muy bien llevado, con todo los vaivenes que aquejan en situaciones como ésta.
ResponderEliminarBesos Pepe!
Gaby*
La triste realidad actual. Esperemos que pase pronto. Un abrazo.
ResponderEliminarLa realidad que nos ha tocado vivir, porque todos tenemos casos cercanos... y lo que me llama la atención es que seguimos escuchar de millones de euros como si fueran peladillas de a céntimo...
ResponderEliminarMuy real esta fiebre, pero obviamente solo para algunos.
Besos
Y lo peor que no se ve la luz al final del tunel.. Dramático, realista, duro y real.
ResponderEliminarLo que más deseo es oir decir que la situación va mejorando...
Un fuerte abrazo!!!
la realidad de esta actualidad que supera cualquier ficcion de la fiebre del oro, malditasea!
ResponderEliminaratinado y triste relato de casi desesperanza.
un abrazo
La fiebre desapareció pero la enfermedad sigue diezmando famílias. Terrible estafa, contada por ti peldaño a peldaño.
ResponderEliminarUn abrazo!
Una historia tan real que asusta. Un cambio de vida desesperante. Besote
ResponderEliminarNo sobra ni una pincelada a este mural de realidad que has pintado. Brilla, pero solo por las lagrimas de impotencia.
ResponderEliminarUn beso
Hola, ola de mar...
ResponderEliminarConvertir al oro, al dinero en el Dios supremo, en imprescindible para vivir, ha sido un error que nadie parece querer subsanar. A merced del oro. Si tienes, comes, si no, no. Si tienes, te puedes abrigar, hacer vida social, vivir bajo un techo, cuidar de tu salud, estudiar...Y si no lo tienes, no. Eres como el animal débil de la manada. No interesa más que dejarlo a su suerte. No tiene fuerza para cazar o para defender el territorio. No vale nada, y el que no tiene oro tampoco.
La fiebre de oro la sufre el mundo.
Una historia bien relatada, acorde a nuestra época Pepe. Me gustó mucho.
Un beso
del
Aire
Pepe amigo, del oro le vinieron alegrías y del oro espera recobrar algo de aquello. La vida nos da bandazos que dejan con las manos vacías y la boca seca, habrá que vender incluso el oro de las muelas. Un caso verídico como miles, una época de vacas flaquísimas y esperanzas rotas que dura demasiado, la culpa no es de aquellos años vividos por encima, no del todo, la culpa es de aquellos que nos los vendieron posibles y ahora nos roban dejándonos en la calle ¿hasta cuando aguantaremos mansos? Eso me pregunto cada día.
ResponderEliminarUn relato auténtico y devastador.
Lamento el retraso, estaba bajo el sol napolitano hasta ayer noche. Besitos.
Terrible, cercano, amenazante y no aislado sino cada vez más expandido a la sociedad completa, una verdadera pena, una muerte en vida....
ResponderEliminarUn abrazo Pepe, siempre es un placer leerte.
Linda madrugada
Anny