Se acercaba la hora. El
nerviosismo y la impaciencia se habían adueñado de él. Su
pensamiento volaba justo hacia la casa de enfrente. Apenas unos
metros, sólo el ancho de la calle, lo separaban de Rocío, su amor
de toda la vida. La imaginaba radiante con su vestido de novia,
dándose los últimos toques, antes de la ceremonia de su boda. El
gran día había llegado.
Ardía en deseos de ver a
la novia. Quería cruzar la calle pero no debía. Su familia le había
dicho que traía mala suerte ver a su prometida vestida de novia
antes de la ceremonia. Aunque el no era supersticioso en absoluto,
estaba dispuesto a hacer ese pequeño sacrificio para no disgustar a
nadie.
El espejo de su vestidor,
mientras se anudaba la corbata, le devolvió su expresión feliz,
casi bobalicona y algo más que nunca hubiera querido contemplar. En
él, reflejada, la ventana de su amada y tras ella, Carlos su mejor
amigo, su padrino de bodas y su novia, su Rocío, besándose
apasionadamente, estrechamente abrazados en una actitud y posición
que no ofrecía lugar a dudas.
En ese preciso momento no
pudo evitar pensar que las supersticiones tienen su razón de ser,
aunque en esta ocasión tal vez le trajeron, junto a un intenso
dolor, la buena suerte de evitar cometer el mayor error de su vida.
Más supersticiones y supersticiosos en el blog de nuestra amiga y anfitriona María José
¡qué descarados los dos amantes en ni siquiera cerrar la ventana por mínimo pudor!... fue una suerte para el novio, claro!
ResponderEliminar=)
Pobre, tienes razón, en este caso esa superstición le salvó de lo peor.
ResponderEliminarBuen relato.
Un abrazo
A veces suele pasar, no es tan mala la superstición como la pintan.
ResponderEliminarSe rompe la superstición, se rompe el espejo y se rompen las promesas hechas...la vida termina imponiéndose
ResponderEliminarun abrazo
La superstición es muy mala. Y me parece que la idea del casamiento es una superstición más.
ResponderEliminarEsta vez ver a la novia antes de la boda fue bueno.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sin querer la superstición gano llenándolo de suerte.
ResponderEliminarUn abrazo
Le ayudo a prevenir acontecimientos negativos que estaban por venir. !En horabuena, pobre hombre! Muy buen relato, sorprendente. =)
ResponderEliminarBesos
Menuda impresión se llevaría el pobre. Si es que los espejos aunque no estén rotos no son buenos amigos jajaja o era su amigo el que era un cabroncete y anda que su novia... Me encantó. Gracias por participar. Un beso
ResponderEliminarQué fuerte... ¿NO?
ResponderEliminarVaya relato duro, que te deja un sabor ágrio y pocas ganas de volver a mirar al edificio de enfrente a través del espejo.
Abrazos
Bueno, es una desgracia que, como bien dices pudo ser peor. En su caso, ver a la novia antes de la boda fue revelador.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo.
En este caso la mala suerte se volvio buena, pero buena, buena.
ResponderEliminarSerio y contundente este texto Pepe.
Un abrazo.