Todo
en torno a mí giraba vertiginosamente. Tenía la sensación de ser el centro de un extraño universo al cual pertenecían como satélites todos aquellos objetos que me rodeaban. Cama, mesillas, lámparas, paredes, techos, todo danzaba alrededor
mío en una atmósfera etílica y maloliente. El dolor de cabeza y la acidez de
estómago por momentos se me hacían insoportables. Me sentía fuera del tiempo y
del espacio. La violencia del sol por la ventana, me hizo reaccionar. A duras
penas, como pude, salvando la imposible distancia de esos tres escasos pasos
que me separaban del teléfono, marqué el número de la oficina.
-Hoy no podré ir a trabajar. Me duele todo el
cuerpo, me encuentro mal, tengo treinta y nueve de fiebre, creo que estoy
cogiendo la gripe, mañana iré si me encuentro mejor.
-No te preocupes, no tiene importancia,
recupérate y cuando se te pase la cogorza, no se te ocurra aparecer por aquí
como no sea para saludarnos. Recuerda que ayer te fuiste jubilado, así que
sigue disfrutando de un descanso más que merecido.
Más historias de cogorzas y farras en el blog del amigo Gustavo
Por eso era la fiesta. El personaje no se adapta a su nueva situación.
ResponderEliminarEs la primera vez que leo un relato y aplaudo, es que me ha encantado.
ResponderEliminar¿Y que mas puedo decir? Pues nada, que genial. Un relato que da una enorme alegría.
Abrazos, amigo.
Qué bueno Pepe!!Fué una "fiesta"tan delicada que no recordabas la jubilación.Tiene su fondo ,a pesar de todo.
ResponderEliminarLa respuesta del jefe...adecuada(sonrisa)
Besucos
Gó
Seguimos una rutina establecida y un día te levantas y todo ha cambiado y en muchos casos la fuerza de la costumbre hace difícil adaptarse, aunque en este caso... se retrasa un día más, el cambio... Pepe, me has recordado alguna de mis tiempos, que malito te he visto...
ResponderEliminarBesos!!!!
Una tajada y vuelve el día a día de antes, que descanse, se lo ha merecido, ahora podrá darse farras sin llamar al jefe.
ResponderEliminarFeliz idea este relato, besito contento.
La fiesta de despedida fue grandiosa, y al hombre aún le queda un tiempo para adaptarse a la nueva situación. La fuerza de la rutina y la resaca jugaron a engañarlo. Me encanta el enfoque que has elegido para el tema.
ResponderEliminarPor cierto ¡qué buen ritmo tienes!
Un beso.
qué cabronazo el pepe...la madre que te parió. creo de verdad que aún estás cogorza perdido...
ResponderEliminarun 10, pa´l pepepepeppepe.
medio beso.
La costumbre... la rutina... jaja! Le llevará un tiempo adaptarse al hombre. Bueno, si la celebración lo dejó en ese estado, es que la despedida fue intensa. Ahora, a descansar y a buscar quehaceres de esos que uno va apilando por falta de tiempo a causa del trabajo.
ResponderEliminarMuy bueno!
Besos!
Gaby*
El pobre... creía que aún tenía que ir a trabajar...
ResponderEliminarMuy bueno ese final. El pobre jubilado y aún disculpándose.
ResponderEliminarUn abrazo
jejejeje, la fuerza de la costumbre, uno tarde en situarse jejejeje. Muy bueno si señor.
ResponderEliminarDobles besos, pero a repartir jajaja.
Qué bendición, ya no tener que inventar excusas para justificar farras y vivir de farra corrida!!!
ResponderEliminarGrande Pepe, además de bailar el twist como ninguno, sos Gardel escribiendo.
Besossssss (a Toñi, nada: sigo enojada, jajaj, mirá que decir que no cante bien....)
Es un síndrome que hay que institucionalizar, el del autoengaño del jubilado. Puedo y no quiero, qué dilema. Pero, todo se ve mejor inmerso en una monumental borrachera.
ResponderEliminarAbrazos
Hola, ola de mar...
ResponderEliminarJajaja, me ha encantado tu relato Pepe,me ha sorprendido y me ha hecho sonreir. Vaya susto, pensé que le iba a despedir :-)
El relato de las manos, me ha conmovido. Mi abuela también se hace mayor y le cuesta algunas cosas, pero tenemos que dejar que lo haga.
Un beso
del
Aire