Con lo aficionado que soy a salir de cañas con
los amigos, no se me ocurre nada que esté en consonancia con el nivel mínimo de
exigencia que ha de tener cualquier entrada que se muestre ante un grupo tan diverso
y variopinto pero sobre todo tan amante de las letras como este grupo juevero.
No quiero fallarle a nuestra anfitriona y querida amiga Emejota, así que sustituiré
la inspiración que las musas no han querido concederme esta semana, por una
anécdota que tiene como desencadenante directo las cañitas o, más bien, el exceso
de estas.
Tengo un amigo, un gran amigo, sin duda alguna
mi mejor amigo, bromista, simpático, de un carácter que hace muy difícil
enfadarse con él, que aguanta poco la bebida y, aunque es consciente de ello,
no tiene miedo a “tomar” de más, porque sabe que no solamente no meterá la pata
jamás, sino que su carácter divertido, cuando llega a un punto calentito de
euforia cervecera, se acrecienta exponencialmente.
En cierta ocasión nos habíamos reunido una
veintena de amigos en una casa rural para pasar un fin de semana. Mi amigo
llegó varias horas tarde por motivos de trabajo. Era una calurosa noche de
verano. Con la sana intención de ponerse al corriente en lo que a cervecitas
tomadas se refiere, agotó rápidamente lo que nosotros habíamos trasegado
durante todo el día. Tan sóló le bastó una ligera y malévola insinuación de que
se refrescara en la piscina, para que se lanzara vestido y calzado al agua.
El grito posterior de: -¡Ostras, los
billetes!-, nos hizo darnos cuenta de que ni siquiera había tenido la precaución
de desprenderse de la cartera antes de lanzarse al agua.
La noche continuó con mi amigo empapado por
completo, entre carcajadas generales incluida la suya y con los billetes, como si de
camisas o pantalones se tratará, colgados en un tendedero sujetos por pinzas de la ropa.
A la noche siguiente tomamos una sopa
caliente elaborada por el. Tengo que reconocer que es un gran cocinero, pero en
su elaboración la sopa creía que no llevaba suficiente vino y el vino creía que no llevaba suficiente sopa, pero esa….. es otra historia.
Más historias de cañitas en el blog de
nuestra amiga Emejota.
Que historia tan entretenida. Los amigos salerosos son bienvenidos siempre. Mil gracias por tu colaboración. Besos.
ResponderEliminarNo le fallaste a emejota ni a ninguno de los que estamos por aquí. La historia sobre tu amigo, ha sido muy entretenida y mas que bien relatada. Saludos Pepe.
ResponderEliminarjejeje muy graciosa anécdota, Pepe, gracias por compartirla!
ResponderEliminar=)
Son tantas las que he "tirado" detrás del mostrador , que seguro que si rebuscara en la memoria, habría anécdotas como para llenar un libro.
ResponderEliminarVivencias como la que tan brillantemente cuentas me traen bellos recuerdos de una juventud sin complejos.
Un abrazo.
jajaja!!! Cuantas historias divertidas salen al pié de una barra, y unas cuantas birras. ah!!! si los mostradores hablaran.....!
ResponderEliminarme ha gustado como lo expliicas. Saludos
Que anecdota. La inspiración no te hizo falta, cuando la anecdota es tan digna de ser ficción.
ResponderEliminarEspero que los billetes se recuperasen, porqué sinó, vaya broma. Es lo que tiene no pensar y ala a la piscina.
ResponderEliminarMuy divertida tu anécdota
Un abrazo
Un relato muy ameno y divertido, que compartimos y agradecemos en este viernes, que nos invita a todos a descansar...Mi felicitación por tu palabra fácil y generosa, Pepe...Mi abrazo grande y mi ánimo siempre.
ResponderEliminarM.Jesús
Si la musa no viene a Pepe, la anécdota salvó el problema! Seguro que la vida nos tiene guardados momentos de esos que saltan para reírnos un rato, y vaya que este amigo tuyo se ha mandado la de no olvidar! Casi casi, suena a "lavado de dinero" jajaja! Muy divertido momento.
ResponderEliminarBesos!
Gaby*
Muy buena... recuerdo una similar, cuando llegaron los peques les preguntamos si sabían nadar y ellos felices nos dicen que sí, que de maravilla...
ResponderEliminarCHOFFF - PISCINA - NIÑOS - GLU GLU GLU - CHOFFF- EL PADRE VESTIDO, LA CARTERA Y EL TELÉFONO - NIÑOS FUERA Y MEDIA PISCINA VACÍA...
Un abrazo a los dos y un par de chocolates con cariño.
Los amigos y las cervecitas, siempre nos hacen pasar buenos y divertidos momentos.
ResponderEliminarComo esta anécdota que nos has contado.
Un abrazo.
A eso se le llama mojarse por dentro y por fuera, pero con cuanto arte compañero!!
ResponderEliminarUn beso y un brindis
Qué de historias entrañables y simpáticas detrás de unas cervecitas con amigos, vaya tela si uno se pone a recordar. Quizá en otros contextos, pero el ambiente sano y de chanza general que describes es un denominador común a ese tipo de reuniones.
ResponderEliminarUn abrazo
Divertida historia Pepe, imaginaba la escena según contabas, hasta he visto los billetes flotando jajaja.
ResponderEliminarBesos.
Es estupendo que tu amigo le quite importancia a cosas que a otros nos hubiera desquiciado, y sobre todo que tenga ese sentido del humor, que nunca debe de faltar, porque un día sin reir, es un día perdido.
ResponderEliminarAbrazos.
¿Y quién dijo que el vino no mata penas y preocupaciones? Lo malo es que cuando pasa la borrachera, todos vuelven al redil y hay que empezar otra vez, que si no...
ResponderEliminarDivertido relato.
Besos
Sano hábito que también tenemos en mi tierra ( no en esta). La gente sale de trabajar y antes de ir a casa se pasa por el Húmedo a tomarse esas merecidas cañitas o cortos de cerveza junto con las tapas. Así, de paso cenas. Son momentos en los que la gente se olvida de otros problemas, se entera de la vida de sus amigos y en los que se soluciona el mundo con teorías de lo más variopintas.
ResponderEliminarYo también me hubiera tirado al agua. No me lo puedes mentar ( eso de tirarse a la piscina) sin que pueda evitar hacerlo.
Un beso
del
Aire