La Saeta (Venablo enamorado) RE-EDICION
Imagen obtenida de Internet
En estos días de Semana Santa, toda Andalucía se apresta a vivir con
intensidad los desfiles procesionales de sus imágenes religiosas. Cuando
gran parte del Orbe católico se prepara para interiorizar su fé, para
profundizar en ella en esta semana de pasión, Andalucía, como no podría
ser de otra manera, exterioriza su devoción, la saca a la calle, viste
de gala sus imágenes, y las pasea por todas las ciudades en estación de
penitencia.
La fé, que ha sido inquebrantable compañera durante gran parte de mi existencia, hace años que se alejó de mí. Paso por una fase que ya dura muchos años, de profundo descreimiento y escepticismo. No creo que vuelva a mí y hoy por hoy, tampoco lo deseo. Por tanto, no veais en mi entrada sino el intento de acercamiento a una realidad que en estos días es vivida con intensidad por toda Andalucía.
Pero no es mi intención ensalzar las excelencias de la Semana Santa tal
como se vive en Andalucía. No es mi intención hablar de la belleza de
sus incomparables tallas, de sus tronos, de sus cofradías, del
innumerable acompañamiento de nazarenos, de la pléyade de penitentes que
acompaña el caminar pausado de los costaleros.
Quisiera hablaros de la saeta, como una de las más genuinas manifestaciones de nuestra Semana Santa.
Cuando uno escucha por vez primera el canto desgarrado de una saeta, se
encandila inevitablemente de su fuerza, su pasión, el misterio que
entraña, y queda seducido, enamorado, de esa sublime forma de oración.
Son inciertos los orígenes de la saeta. Parece ser que los antecedentes
más antiguos se remontan al último cuarto del siglo XVII. Se trataba de
unas coplas lentas y parsimoniosas conocidas como “penetrantes”, y
serían cantadas por religiosos fundamentalmente franciscanos y
capuchinos y tenían como objeto “golpear” la conciencia de los
pecadores.
Esta saeta primitiva, esta saeta “penetrante”, con el transcurso del
tiempo pasa al pueblo que adquiere ese recurso religioso y lo hace suyo
como forma de exaltación popular a las imágenes de Jesús o de María.
Aunque hasta hace poco tiempo se ha creido que esta incorporación al
acerbo popular se realiza en la segunda mitad del siglo XIX, documentos
recientes situan manifestaciones cantadas por el pueblo llano con la
denominación de saetas en las postrimerías del siglo XVIII. De forma que
podemos datar en estas fechas el nacimiento de la saeta popular.
Con posterioridad, corriendo ya el siglo XX, su incorporación al mundo
del flamenco, se efectúa de la mano (mejor de la voz), de cantaores como
Manuel Centeno Enrique el Mellizo, Antonio Chacón, Manuel Torre, La
Niña de los Peines, Manuel Vallejo como exponentes más destacados de ese
aflamencamiento de la saeta, llegando así hasta nuestros días.
Algunas formas de saetas poco comunes son la saeta vieja o primitiva de
puente Genil, la saeta cuartelera, derivada de esta, saeta samaritana de
Castro del Rio y, como formas más comunes nos encontramos con la saeta
por seguirillas y la saeta por martinetes.
No quiero terminar esta entrada sobre la saeta sin tener un emocionado
recuerdo para alguien que cantaba las saetas como nadie. Se trata de
Quico, el padre de Toñi, mi suegro. Enorme cantaor que no figurará en
los anales del flamenco, pero que cantaba como los propios ángeles y que
fue cabal y flamenco hasta el fín de sus días.
Como anécdota, los trajes de comunión de mis cuatro hijos, fueron regalo
del abuelo Quico, fruto de otros tantos premios precisamente, en
concursos de saetas.
Quiero mencionar también a Juana, Mª José, Rafa Cruz, Rocío, Rafael Carlos,grandes amigos míos,
buenos cantaores de saetas, que año tras año, utilizan este cante de muy
difícil interpretación, para honrar a Jesús y a la Virgen al paso de
sus imágenes en la noche de la Semana Santa cordobesa.
Este poemilla, quiere ser un reflejo, una aproximación a ese momento en
que una voz rompe el silencio y surca el aire en vibrante oración.
VENABLO ENAMORADO
¡Da la orden, capataz!
Para el paso, costalero,
que Cristo quiere escuchar
la oración del saetero.
El gentío se ha callado,
las trompetas enmudecen,
el sentido, enajenado
y el alma que se estremece.
El cante, surcando el aire,
es venablo enamorado,
que quiere tapar la sangre
que mana de su costado.
Saeta por seguirillas,
no hay oración más hermosa,
para secar las mejillas
de una Madre Dolorosa.
¡Da la orden, capataz!
Levántalo, costalero.
Que ya termina, llorando,
Su oración…el saetero.
Pepe.
Os dejo como botón de muestra, una saeta de Diana Navarro. Peca de
virtuosismo, cantada con micrófono y, por tanto, no espontánea, pero
posee una hermosísima voz.