Regalo de mi amiga Inma
Fué visto y no visto. Mientras se asomaba para ver a nuestra hija coger el transporte escolar, quedó encerrada entre dos mundos al borde del llanto y la desesperación. A un lado, el jardín exterior que circundaba nuestro bloque de viviendas, al otro lado, la cocina. En medio, provocando su aislamiento en la terraza-lavadero, cerrada por las malas artes de un diablillo, la puerta que separaba ambos mundos. Afuera no se veía a nadie a quien pedir socorro. Dentro, en la cocina, la cristalina carcajada de Alvarito, nuestro hijo, regocijándose ante la situación por el provocada, sintiéndose dueño y señor de unos dominios que ahora le pertenecían por completo, ajeno a los daños que su corta edad podían acarrearle.
El frigorífico abierto.
En el suelo, trozos de morcilla con la incisiva huella de sus minúsculos
dientecillos. junto a una docena de huevos que había ido estrellando
lentamente, uno a uno, prologados por la traviesa mirada hacia su
madre, formando un tapiz amarillento y gelatinoso, digno del mejor
Picasso.
De nada sirvieron las
súplicas, los manotazos en el cristal de la puerta, los gestos y
golpes señalando el picaporte, las voces intentando alertar al
portero del inmueble, porque sólo después de un largo rato que a
ella le pareció una eternidad, a punto de tomar la opción de romper
los cristales como mal menor, cuando a él le pareció oportuno, con
la misma aparente ingenuidad con la que cerró la puerta, volvió a
abrirla poniendo carita de no haber estrellado nunca un huevo,
poniendo fin de esta forma a una traviesa tragicomedia que pudo tener
nefastas consecuencias.
Podeis deleitaros con
otras travesuras en el blog de nuestra amiga y compañera Inma.