Me corresponde cerrar, en sábado como
es preceptivo, la semana literaria que nos ha sumergido en el inquietante mundo de nuestros miedos. Quiero, como en todas las
ocasiones en las que he tenido el honor y el placer de coordinar el
jueves literario, agradecer vuestra colaboración en que, una vez más,
nos hayamos encontrado en torno a las letras.
Hemos surcado el intrincado mar de
nuestros miedos desde muy diversos puntos de vista. Hemos leido sobre
el miedo a nosotros mismos y a nuestras reacciones, miedo a objetos
inanimados como un ascensor averiado, testigo mudo de nuestro
sufrimiento, miedo a volar, miedo a enamorarnos, miedo a no ser
capaces de librarnos de nuestras cárceles interiores, miedo al dolor
físico, miedo a estar perdido y desorientado, miedo ante la
enfermedad de nuestros seres queridos, miedo al deterioro cognitivo,
miedo a las cucarachas o salamanquesas, nos hemos puesto en el lugar
de los monstruos y su miedo a los humanos, miedo ante un peligro
soñado que nos paraliza y amenaza con quitarnos la vida, hemos
contemplado la escritura o la conversación con nuestros miedos como
terapia para vencerlos, incluso nos hemos incorporado voluntariamente
al escenario de nuestros miedos soñados, para combatirlos y tener
poder sobre ellos.
Daros las gracias por una más que
apreciable concurrencia que ha hecho injustificado el que tuviera
miedo personal a una participación escasa dada la época estival en la que nos encontramos.
Paso el relevo a nuestra amiga María
José Moreno,