Nuestra amiga Dorotea nos invita a escribir sobre olores. No quiero dejar de participar pero en esta ocasión mi tiempo es escaso, razón por la cual voy a rescatar un relato publicado hace cinco años basado en un olor muy particular. Lamento haber sobrepasado la extensión, pero no me era posible reducir el relato. Pido disculpas a los que lo recordeis y espero que sea del agrado los que lo lean por vez primera.
Viernes, ocho de la mañana. Puntual como cada día, traspasó las puertas giratorias de aquel inmenso rascacielos, mole de hormigón, acero y cristal donde se ubicaban las oficinas de su empresa en el piso 20 del edificio.
Presuroso, encaminó sus pasos hacia el ascensor con la certidumbre de que aquel fenómeno que le inquietaba desde hacía ya dos semanas, volvería a ocurrir y que él sería el único en percatarse de ello.
Entró en el ascensor y de nuevo, una vez más, ese penetrante, intenso, inquietante y desconocido olor reinaba en el interior del ascensor, aunque nadie parecía apreciarlo. Le resultaba inconcebible que pasara desapercibido para el resto de personas que a pesar de la amplitud del habitáculo, abarrotaban el mismo.
Aunque lo intentaba, no conseguía aislar el origen de donde emanaba. Las más variadas fragancias, colonias, perfumes, se mezclaban dentro del ascensor. Le resultaba relativamente fácil, determinar la persona a la que pertenecían, pero ese olor se resistía a delatar su procedencia.
Eran días estresantes. Se acercaba fin de año y todo era frenética actividad por tener cerrados los estados contables de la empresa antes de la primera decena de Enero, así que tomó la decisión de ir el sábado a trabajar en la confianza de que, al estar sólo, aprovecharía mejor el tiempo para adelantar las muchas tareas pendientes.
A la mañana siguiente, como si de un día normal se tratara, a las ocho de la mañana, montaba en el ascensor. El olor, el persistente olor, lejos de disminuir por la ausencia de gente, se había incrementado.
Tan solo estaban él y una señora alta, delgada, elegantemente vestida de negro, dotada de serena belleza y poseedora de una más que evidente distinción, que al entrar lo saludó con una enigmática y amable sonrisa.
En el piso 19, casi a punto de llegar a su destino, un chispazo en el cuadro de mandos seguido de un fuerte crujido en el techo, marcaron el preámbulo de una caida vertiginosa del ascensor. Mientras la señora, inmune al pánico lo abrazaba amorosamente entre sus brazos, lo supo. El olor, ese penetrante olor que ahora lo envolvía como un sudario, era el olor de la Muerte y el ascensor el lugar elegido por la bella dama para poseerlo, para hacerlo suyo.
Mas relatos sobre olores en el blog de nuestra amiga Dorotea
Leer este relato en el turno de noche y a estas horas hace que sea más inquietante... El olor de la muerte que esperaba por él a solas en ese habitáculo de hierro... Tenía su destino escrito, su día marcado por el aroma... solo esperaba a que subiera solo... me ha encantado tu relato... mi aplauso Pepe!!
ResponderEliminarBesines...
La describes a ella como dama elegante, ya he borrado mi imagen de la guadaña, ahora si se que va a venir buscaré tiempo par vestirme a su altura, no me gustaría que se avergüence . Tu relato es bárbaro. Un abrazo
ResponderEliminaruna historia que empezaba tan bién, con aquellos olores per suaves que eran un deleite para los sentidos y que yo ya empezaba a percibir me he visto sorprendida con un final siniestro e insperado. Nó Pepe,yonola habia leido. Tremendo, un abrazo.
ResponderEliminarCaramba Pepe! Vaya final que te has marcado, te ha poseído el espíritu de Halloween! Yo lo recuerdo de un pequeño librito de relatos que además hace poco alguien me hizo llegar...
ResponderEliminarUn beso
Pues yo no recordaba que este relato era uno de los dos que formaron parte de ese librito.
EliminarImpecable relato que no recuerdo haber leido antes. Muy bueno. Suerte lo volvieras a publicar.
ResponderEliminarUn abrazo
Wowowowowo! ...qué final!
ResponderEliminarMe gusta cuando un relato me sorprende, y el tuyo lo ha logrado.
Excelente aporte Pepe. Un beso.
Madremía... cuando me monte en el ascensor me voy a acordar de ti, pero aparte de eso, que sepas que me ha gustado.
ResponderEliminarNo lo conocía pero vale y mucho la pena leerlo. Las almas románticas esperamos un desenlace apasionado y nos lo presentas tajante, cruel y de alguna manera muy creible. Qué buen relato! Gracias por participar. Un abrazo
ResponderEliminarayy noooo!!!! nonononooo...la próxima vez que huela algo en un ascensor no me monto...
ResponderEliminarEstremecedor, quizás fue afortunado en no saber su procedencia hasta ese momento
ResponderEliminarUn beso
ResponderEliminarlos momentos de límite, la pasión sobrevive siempre :-) y cuando se trata de Tanatos...
Besos grandes y un abrazo.
Un relato y una historia muy buena, he disfrutado e intentado olor a la par que tu protagonista, menos mal que no he identificado ese olor...
ResponderEliminarBesos.
Sige siendo una delicia leer un relato tan bueno. El tema lo merece y tu historia cobra actualidad cada día que pasa, porque ese olor nos acompaña siempre, sólo hay que esperar (desesperar) cuando decida meterse en nuestras narices.
ResponderEliminarAbrazos
Un olor distinto de los habituales en los ascensores.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me ha gustado mucho tu relato. Con razón solo percibía él aquel olor.
ResponderEliminarUn saludo.
Me ha parecido buenísimo...un olor a muerte propia, personalizado...¿no es cierto que hay algunos sitios que pueden llegar a oler así?
ResponderEliminarAdemás si a tu relato le unes alguna visión como la de la señora alta y elegantemente vestida, completas un cuadro magnífico y aterrador...¡Enhorabuena!
Uf! Me has puesto los pelos de punta, olor a muerte que solo el percibia y es que el relato tiene una intriga....besos.
ResponderEliminartétrico pero buen relato amigo Pepe...
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